Tras analizar los retos que supone la evolución de la empresa familiar para los propietarios, hoy os propongo descubrir cómo afecta este desarrollo a la dirección de la empresa familiar. Y es que el paso del tiempo también genera problemas en la dirección del negocio, y nada mejor que ser conscientes de ellos para poder anticiparlos, abordarlos y solventarlos.
En la primera etapa del negocio, cuando el fundador toma la decisión de emprender, los dos grandes retos de dirección son lograr que la empresa sobreviva, y no solo eso, sino también que crezca. Sin crecimiento no hay negocio y la empresa estaría abocada a desaparecer.
En la primera generación de la empresa familiar es habitual no contar con demasiados recursos económicos y técnicos, y esto se traduce en que muchas veces los productos evolucionan más lentamente que los de la competencia. Si además la acción comercial sigue centrada en el ámbito local en el que nació la empresa y no se logra expandir geográficamente el mercado, el negocio puede estancarse.
Si se superan con éxito estos escollos, una vez el fundador se retire y deje paso a sus hijos y a la gestión se empiecen a incorporar otros profesionales, los directivos deberán ser capaces de revitalizar estratégicamente el negocio. De no ser así, cuando se alcance la maduración del producto y disminuya la intensidad de crecimiento de las ventas, el negocio entrará en declive.
¿Cómo hacer frente a estos problemas? Aunque existen muchas formas posibles de abordarlo, dos opciones básicas son: saber diversificar a tiempo y profesionalizar la organización antes de que sea demasiado tarde. No resulta fácil: diversificar significa abandonar, al menos parcialmente, el negocio con el que empezó todo, y eso supone salir de la zona de confort y estar dispuesto a apostar por nuevas aventuras empresariales, con todos los riesgos que conlleva. Dirigir profesionalmente suele requerir contratar talento externo y eso puede ser visto como una amenaza por parte de la familia propietaria.
Los desafíos a los que se enfrenta la dirección de la empresa familiar aumentan a medida que ésta evoluciona. A partir de la incorporación de la tercera generación y sucesivas, crece el listado de tareas de gestión pendientes. La asignación de recursos y el control de las inversiones son dos aspectos críticos que conviene resolver adecuadamente. También el diseño de la estrategia es crucial en este momento, pues de ello dependerá la competitividad y sostenibilidad del negocio a largo plazo.
En un plano menos tangible pero igual de relevante, encontramos la necesidad de transmitir la cultura de empresa a todos los empleados y saber gestionar adecuadamente las relaciones entre la dirección y la propiedad. Puesto que los accionistas aumentarán exponencialmente a partir de este momento, el liderazgo cobrará un papel aún más relevante, si cabe
Liderazgo, estrategia y profesionalización se perfilan como los grandes retos que debe afrontar la dirección de la empresa familiar para asegurar la continuidad del negocio. En vuestra empresa, ¿cómo habéis logrado superar estos desafíos?