Toda decisión que tomamos tiene consecuencias para nosotros y también para nuestro entorno. Esto es aplicable a nivel personal y también profesional. Pensemos en el cierre de una empresa: además de los costes económicos que supone, también tiene costes sociales muy altos tanto por lo que afecta a las personas que quedan sin empleo, como por el impacto que esto tiene en la comunidad.
Por eso, las huellas que deja una empresa en las personas con las que interactúa, tanto a nivel interno como externo, deberían anticiparse al definir la misión de dicha empresa, como vimos en el post anterior, y también deberían tenerse en cuenta a la hora de concretar el modelo de negocio, como explica Rafael Andreu en el libro Huellas. Construyendo valor desde la empresa (Edicions Dau).
Conscientes de este impacto, los directivos deberían tener en cuenta las huellas que se generan fruto de su gestión porque, como dice Rafael Andreu, “un buen directivo es ético o no es”. El autor propone a los ejecutivos replantearse los cimientos en los que se apoyan sus actos y decisiones para no mejorar solo el valor económico de su actividad profesional, sino también las huellas que van dejando en otras personas y en sí mismos.
De la misma manera que un buen empleado procura reciclarse en lo técnico y lo profesional, debería plantearse también hacer “un reset personal periódico con el objetivo de mejorar su producción de huellas”. Esto favorecerá la calidad del valor que contribuya a crear. Cuanto mayor sea la responsabilidad del puesto de ese empleado, más importante es este punto.
El caso de la empresa familiar Ashley Furniture, con sede en Arcadia, una población de unos 3.000 habitantes del estado de Wisconsin, en Estados Unidos puede servir para ver la importancia de la consideración de las huellas en las empresas familiares. En un artículo del Family Business Magazine se explica que la familia propietaria de Ahsley Furniture estuvo a punto de vender el negocio, pero finalmente decidió no hacerlo. Al anunciar la decisión en una reunión con los empleados, los asistentes respondieron con una ovación.
Aunque este fabricante de muebles tiene plantas en otros estados, está fuertemente arraigado a Arcadia, la localidad donde nació. De hecho, existe una relación tan estrecha entre la familia propietaria y el lugar que hay una estatua del fundador de la empresa en el Parque Nacional de Arcadia, una buena muestra del fuerte vínculo establecido entre la empresa y el territorio, y que bien seguro influyó a la hora de tomar la decisión de no vender el negocio. Además de tener en cuenta factores económicos, un empresario familiar valora las huellas que cualquier decisión empresarial que tome dejará en la comunidad.
Al ser consecuencia de un proceso de aprendizaje, las huellas son personales e intransferibles, se incorporan en el acervo cultural de cada persona y acaban influyendo la cultura de la empresa, para bien o para mal. Además, una vez depositadas en las personas, las huellas son difíciles de borrar porque hacerlo requeriría desaprender, un proceso aún más difícil que el de aprender.
Las huellas dejan a los individuos mejor o peor preparados para el futuro, ya sea profesionalmente o estrictamente como personas. Sabiendo esto, todos deberíamos plantearnos qué huellas dejamos fruto de nuestras decisiones, tanto en las personas como en la sociedad. Forma parte de nuestra trayectoria profesional y del legado que dejamos al mundo, ¿no os parece?