5 reglas para superar los retos en la empresa familiar

Este es el título de un artículo reciente que he publicado en la Harvard Deusto Business Review. En el mismo, ofrezco cinco reglas básicas que, a lo largo de los años, he podido observar en las empresas familiares exitosas:

1 – Tratar a la empresa como empresa, y a la familia como familia

2 – Anticiparse para evitar las sorpresas

3 – Disponer de estructuras para casi todo

4 – Prestar atención al crecimiento y tener espacio para todos

5 – ¡Evitar los cinco errores clásicos en los que suelen caer las empresas familiares!

Muchas de esas compañías ya han dado el paso de empresa familiar a familia empresaria, y aunque los cinco principios son importantes, aquí pondremos el foco en el primero: la necesidad de separar bien los ámbitos de la empresa y la familia.

Las fronteras difusas entre la familia y la empresa

En la etapa inicial de una empresa familiar, es muy fácil que las cosas se confundan. Propiedad, gobierno y dirección son ejercidos por la misma persona: el fundador o la fundadora.

Por eso, es inevitable que la empresa irrumpa en la familia durante los primeros años de la empresa. Durante esta etapa, los fundadores hacen todo para liderar el proyecto empresarial, que la familia llegará a conocer bien, o por lo menos el sueño común, la visión.

No se trata de una de esas start-up, que van pensando todo el tiempo en la siguiente ronda de financiación, que naturalmente producirá cambios en la estructura de la propiedad.

Aquí hablamos de un proyecto familiar. En la cabeza de quien crea una empresa familiar, lo que hay es un proyecto que quiere compartir con su propia familia, que en edad temprana será su cónyuge pues los hijos todavía son niños.

No hay que olvidar que esos niños crecen rápido y desde muy jóvenes, entienden mucho más de lo que los adultos nos imaginamos. Esos niños, futuros herederos del legado, aprenderán los valores reinantes en la empresa familiar en la mesa del comedor.

No hacen falta clases para eso, y por otra parte no servirían de nada. Los valores no se enseñan en una pizarra, se contagian igual que la energía positiva o la gripe.

Las familias y las empresas siguen reglas diferentes

Ese nivel de compenetración familiar es muy bueno por lo que hace referencia a los valores, pero entraña el riesgo que hemos anunciado anteriormente: la confusión de ámbitos. La familia tiene unas reglas de juego basadas en querer a las personas por quienes son y no por lo que hacen.

En la empresa, las reglas son otras. En ese ambiente, impera la racionalidad; en la familia, manda el corazón.

Las empresas familiares exitosas se preocupan de separar a tiempo los dos ámbitos.

No hacerlo es muy peligroso.

 

Imagen en la home: Karolina Grabowska · Pexels