Ese es el título de un artículo mío hoy en El Periódico. Un amigo mío arquitecto decía, hace ya muchos años, que las casas deberian estar empapeladas, en vez de pintadas, porque el engrudo empleado para pegar al papel aguantaba mucho. Era broma, claro, pero también la economía tiene su engrudo.
La inercia forma parte de la recuperación de la economía -y, cuando llegan los años difíciles, de su empeoramiento. Un poco de aumento del consumo aquí, la compra de unas máquinas allá, un crecimiento en las exportaciones… van afianzando la recuperación, primero en unas empresas, luego en otras, en otros sectores, en otras zonas…
Claro que la inercia tiene también sus límites, como explico en ese articulo, porque hay fuerzas que tienden a frenar los avances. Algunas son fuerzas naturales, incluso positivas. Cuando la economía adquiere velocidad, los tipos de interés tienden a subir y la moneda tiende a apreciarse, y esto frena el avance. Y es algo bueno, porque evita el excesivo recalentamiento y la adopción de decisiones equivocadas: cuando el tipo de interés es muy bajo, cualquier proyecto es rentable, pero dejará de serlo cuando los tipos suban.
Otro factor que frena el crecimiento está dentro de los procesos productivos: cuando aumenta la producción, los costes crecen, la calidad de los nuevos contratados es, probablemente, menor que la de los anteriores, las máquinas trabajan a más ritmo y se estropean más… En definitiva, la capacidad de crecimiento tiene un freno por el lado de la oferta.
Hay dos factores más. Uno, muy importante: el marco legal e institucional dificulta los avances: falta de competencia, barreras de entrada, dificultades a la creación de empresas… El último es ocasional, pero puede ser relevante: una bomba en un museo de Túnez puede echar a perder el año turístico, y la incertidumbre sobre la permanencia de Grecia en el euro puede dejar sin fondos a sus bancos.
Vale la pena entender que la economía tiene mucha inercia, y sus límites.
Thank you for sharing such informative article for us..