Se supone que un sindicato debe tener un hondo sentido de la dignidad de sus afiliados, cuando se erige en defensor de sus derechos: primero, como personas, y luego como trabajadores.
Me pregunto cuál debe ser ese sentido de la dignidad cuando invitan a sus empleados a mirar a los ojos a los usuarios de los servicios aeroportuarios del país, y decirles: «Mis intereses están por encima de los tuyos. Quiero mantener mis privilegios, aunque sea a costa de negarte los servicios a los que tienes derecho.» A lo mejor, lo que quieren decir es que el fin (los privilegios) justifica los medios.
Yo me pregunto como se le queda la cara a los gobernantes cuando deciden rebajar los derechos de unos trabajadores (AENA) para que las ofertas que reciban con la privatización sean más interesantes económicamente hablando.
Me parece triste que un economista desvirtúe todo este asunto y no lo analice desde el objetivo último.
De todos es sabido que para privatizar una empresa a tengo que hacer rentable a los bolsillos de los potenciales inversores.
Ahora va a parecer que los trabajadores de AENA son los malos de la película. Pero no estaríamos privatizando AENA si se hubieran gestionado mejor las arcas públicas. Sólo hay que repasar la historia económica para ver cuándo se ha privatizado, cómo y por qué en este país.
Marta: No me parece que los convenios colectivos de AENA sean un modelo de capitalismo salvaje que lesiona los derechos de los trabajadores. Las empresas públicas suelen estar bastante por encima de la media, en cuanto a derechos conseguidos. Lo que me preocupaba en mi comentario era, sobre todo, la manera de actuar: lanzamos una amenaza de huelga desproporcionada, con consecuencias desastrosas para los clientes, y ya verás cómo la empresa (el ministerio, en definitiva) se sienta a negociar.