Estados Unidos, ¿una nueva Grecia?

Sí, ya sé que el título de este post no tiene otro objeto que provocar. Standard and Poor’s (S&P), la agencia de calificación de activos financieros, ha enviado un mensaje de atención sobre la deuda pública norteamericana; mantiene su calificación máxima, AAA (¡faltaría más!, dirán los mercados), pero cambia su perspectiva de «estable» a «negativa». Esto quiere decir que, si las cosas no mejoran, puede revisar la calificación a la baja. Y esto sería un auténtico terremoto en los mercados financieros, porque la deuda pública norteamericana es sinónimo de deuda sin riesgo. O lo era, hasta ayer.

Claro que los norteamericanos harán los deberes. Tienen a su favor que su economía está en fase de crecimiento, de modo que las restricciones fiscales que  S&P les exige serán menos costosas que las de griegos, irlandeses, portugueses, españoles y demás sospechosos de insolvencia. Pero me parece que, al menos, esta llamada de atención, servirá para recordar a los economistas y políticos norteamericanos que la política fiscal expansiva es útil cuando los mercados financieros están a favor del país. Los Estados Unidos fueron los primeros en apretar a fondo el acelerador del gasto público, en cuanto se inició la aceleración, y tuvieron éxito, porque no les faltó financiación. Otros lo intentaron, y han tenido dificultades, precisamente por la falta de confianza de los mercados.

Es bueno que los norteamericanos sean conscientes de que ellos gozan de una situación de privilegio, que otros, sobre todo los periféricos de la zona euro, no tenemos: el dólar tiene una ventaja comparativa con las demás monedas, lo que les permite disfrutar de una línea de crédito barata, a cargo de chinos, productores de petróleo y otros inversores, sin que su rating financiero se vea perjudicado. No les deseo los quebraderos de cabeza de griegos y portugueses, pero, al menos, es bueno que sean conscientes de que, en esta carrera, algunos salimos con una piedra en la zapatilla.