El Premio Nobel Joseph Stiglitz dice que no nos deberíamos obsesionar con las medidas de austeridad, en lo que llama «fetichismo del déficit» (ver noticia aquí, en inglés). Me gusta la recomendación. Sólo le encuentro un pequeño inconveniente: ¿estarán nuestros acreedores de acuerdo en dejar que sigamos gastando alegremente, por grande que sea nuestra deuda? En el caso de Estados Unidos, parece que sí. En el caso de España, no. ¿Tiene el prof. Stiglitz otra recomendación mejor?
Dimitri Papadimitriou subraya la importancia de promover las exportaciones de Estados Unidos para fortalecer su crecimiento (ver artículo en el Los Angeles Times aquí, en inglés). También me apunto a la recomendación. Es una buena idea para producir y vender más, sin necesidad de dejar de gastar dentro de casa: todo son ventajas. Pero también le encuentro un pequeño inconveniente: para exportar más, los demás deben importar más, o sea, deben gastar más fuera, sin producir dentro de casa. No me parece que esta propuesta les vaya a gustar. Y, sobre todo, ¿cómo se consigue que los demás nos compren más, si ellos no quieren? La solución americana es depreciar el dólar. Pero si el dólar se deprecia, las demás monedas se deben aprecirar, y esto, de nuevo, no gustará a los posibles clientes y competidores de Estados Unidos. ¿Tiene el prof. Papadimitriou otra recomendación mejor?
De ambas noticias saco una conclusión: los economistas norteamericanos tienen una visión eminentemente nacionalista de nuestro mundo, que, a efectos prácticos, se acaba en las cosas de Estados Unidos. Nosotros somos pequeños, de modo que no nos queda otro remedio que pensar qué pensarán los demás sobre nuestras geniales ideas. Me gusta más nuestra manera, menos pueblerina, de ver el mundo. Alguna ventaja debe tener ser pequeño.