El País de ayer incluía un «Almuerzo con… José Esquinas» en su página final (verlo aquí). «Pepe, el de los melones» (el por qué de ese mote se explica en el artículo) da cuenta de cómo ha hecho cosas muy inteligentes y útiles para resolver el problema del hambre en el mundo. Tiene muchas ideas interesantes, pero me llamó la atención el título del artículo: «La caridad debe ser sustituida por el egoísmo inteligente». Me acordé mi mi madre: si ella hubiese actuado con egoísmo inteligente, me parece que yo no estaría aquí. O, al menos, no tendría un recuerdo tan bueno de ella.
Luego, leyendo el artículo, comprobé que no era una frase de José Esquinas, sino del periodista. Lo que él dijo es «Lo que antes hacíamos por caridad, hoy hay que hacerlo por egoísmo inteligente». Bueno, esto ya es otra cosa, pero no es todo.
La caridad está mal vista, qué le vamos a hacer. Quizás porque suena a dar ropa vieja, pensando más en la satisfacción personal que en la solución de los problemas de los demás. O por una connotación religiosa, que a algunos no agrada. Pero me parece que la caridad bien entendida es otra cosa. Una señora le dijo a la Madre Teresa de Calcuta, viéndole abrazar y besar a un niño enfermo y sucio, con la cara llena de mocos: «Esto no lo haría yo ni por un millón de dólares». Y la Madre Teresa le contestó: «Yo tampoco». ¿Piensan ustedes que lo hacía por egoísmo inteligente?
Lo del egoísmo inteligente me parece bien como explicación sociológica de un hecho: lo que antes hacíamos por razones morales, o quizás emocionales, ahora lo hacemos por razones prácticas, porque si no nos ocupamos del hambre de los demás, acabaremos mal. Pero una explicación sociológica no puede convertirse en una norma ética. Bien está que digamos: a falta de preocupación efectiva, generosa y desinteresada por los demás, apliquemos el egoísmo ético. Y que añadamos: si a usted le molesta decir que lo hace por caridad, diga que lo hace por egoísmo ético.
Pero no deja de ser un sustitutivo. Y, a veces, un mal sustitutivo. Porque el día en que nuestro egoísmo se haga un poco menos inteligente, o un poco más agresivo, dejaremos de preocuparnos por los demás. Eso también lo podemos hacer si actuamos por caridad, pero entonces nos quedará al menos el recurso de reconocer que hemos actuado mal, en contra de nuestros principios. Sin un mínimo de caridad (y si no te gusta el nombre, busca otro), nuestro egoísmo ético encontrará formidables argumentos para actuar sin contar con los demás.
Hoy en día la caridad es un bien escaso. Ya no siquiera vemos esos famosos telemaratones de los 90, donde veíamos con ilusión como la cifra iba aumentando a medida que pasaba la noche, ahora la caridad la relacionamos con las cajas de cartón que dejan en nuestros portales de vez en cuando para llenar de ropa. Sinceramente creo que cómo asociemos nosotros la caridad no es lo importante, lo importante es que realicemos actos pensando en los demás.