Acabo de regresar de una bonita excursión veraniega a Glendalough, un valle de Irlanda con bonitos lagos y montañas. Tengo las rodillas desechas por una larga bajada empinada y llena de piedras. Son los años, me dice mi médico cuando me quejo. Y me aconseja que no me haga el fuerte, que ya no estoy para esos trotes.
Al llegar a casa, miro mi correo y encuentro un artículo publicado que se titula «The US left behind: the rise of IPO activity around the world», que se podría traducir por «Los Estados Unidos se quedan atrás: el crecimiento de las operaciones de colocación de acciones en el mundo» (verlo aquí, en inglés). Los autores, profesores de dos universidades norteamericanas y una canadiense, señalan la reducción del peso de las operaciones en Estados Unidos, que no está, dicen, a la altura de la importancia del país.
Al leerlo, me he acordado de mi rodilla. Debe ser muy duro pasarse la vida pensando si uno (una persona, una empresa, una organización no gubernamental, un país, es igual) está a la altura del lugar que le corresponde en el mundo, tanto si nos referimos a la economía como a las excursiones de montaña, sobre todo cuando el mundo está cambiando, los nuevos competidores siguen creciendo, y uno empieza a presentar síntomas de pérdida de fuerzas,…