Pablo me ha enviado un comentario sobre un post anterior, «Proceso por un terremoto» (verlo aquí). Le he contestado y agradecido su comentario, pero me gustaría añadir dos cosas que pueden ser de interés para otros lectores. Ya recordáis el tema: el juicio a unos científicos italianos que habían pronosticado que no habría un gran terremoto en L’Aquila, unos días antes de que ocurriese el gran terremoto.
Mi primer comentario es, digamos, filosófico: tenemos una gran confianza en la ciencia. Eso es fruto de la Modernidad, que nos transmitió el mensaje de que, por fin, libres del oscurantismo de la religión, la metafísica y la ética, podríamos dominar la naturaleza sin cortapisas. De alguna manera, el juicio a que aludo más arriba es una queja contra unos científicos que, traicionando nuestras expectativas, no han estado a la altura de su papel. Claro que lo más lógico sería admitir que aquella confianza en la ciencia no tiene fundamento suficiente. Hay, por supuesto, muchas cosas que la ciencia puede enseñarnos, pero ella también tiene sus límites. En definitiva, la ideología cientifista, fomentada por algunos siglos de confianza en la ciencia, debería ser corregida. Pero, claro, esto lleva tiempo. Y, además, esta impresión no la comparten muchos científicos (salvo los que van a ser juzgados), ni los políticos, ni los medios de comunicación,…
El segundo comentario ya ha aparecido varias veces en este blog: no somos capaces de asumir la responsabilidad por nuestras propias decisiones, y las delegamos en optros: en los científicos, en los políticos, en los banqueros, en los gurús,… Y, claro, cuando nos fallan, nos rebelamos. Pero, otra vez, el problema no está en ellos, sino en nosotros, que debemos asumir la responsabilidad de nuestras acciones, algo para lo que no nos han preparado.