Sobre hombres y monos

Me gustó una breve carta de Rita Farivar (no la conozco) en el Financial Times del pasado 23 de febrero. «Donde no hay distinción, hay confusión» decían los escolásticos. La Sra. Farivar hace referencia a un artículo del 16 de febrero en el que el autor se dejaba llevar por la admiración hacia lo que, según los científicos, saben hacer los monos mejor que nosotros, los humanos.

«Los vivientes estamos equipados para sobrevivir: el mono recuerda la fruta comestible en el bosque, mientras que el gerente de un supermercado sabe en qué pasillo de su establecimiento están ubicados qué productos y si el precio ha subido unos céntimos o no. Los monos son maestros en su campo y nosotros en el nuestro: no olvidemos que fue el hombre el que envió un mono al espacio, y no al revés. Lo importante no es lo que uno sea capaz de memorizar [esto es lo que atraía la atención del autor del artículo, en el caso de los monos], sino lo que puede conseguir con ello. Estoy asombrada de todos los datos que los médicos y los abogados pueden memorizar y explotar de manera creativa. Pequeños pájaros pueden volar durante 40.000 km. alrededor del mundo. Muy bien para ellos, pero no son capaces de practicar una cirugía de corazón ni escribir un poema». Y acaba dirigiéndose al autor del artículo: «Me gustaría que usted ofreciese un análisis profundo y con sentido de los hallazgos científicos, más que comparar manzanas con naranjas».

Me parece que algunos de nuestros divulgadores tienen un especial interés en desdibujar las fronteras entre hombres y animales. Todos venimos de la misma fuente, parecen decir, de modo que, bueno, no somos nada especial respecto de ellos. Y, probablemente, lo que hacemos bien lo hacemos por evolución genética, de modo que, tarde o temprano, los monos nos alcanzarán; miren, si no, qué memoria tienen, cómo saben hacer cosas que, bueno, claro, no son tan espectaculares como las nuestras, pero, en definitiva, lo nuestro no es tan importante, ¿no? No pretendo, claro, desprestigiar a los animales –sería absurdo, por mi parte–, pero tampoco me parece correcto que minimicemos el papel de los humanos en el mundo. Incluida, claro, nuestra responsabilidad: somos los «cuidadores oficiales» de las demás especies.