Hace unos minutos me ha preguntado Carlos Herrera, en Onda Cero, sobre las medidas para la reducción del déficit público. Me ha parecido oportuno volver a insistir en la importancia de revisar el «modelo» de nuestro sector público. Sí, ya sé que es abrir la caja de Pandora, pero me sigue pareciendo necesario. Este país está cambiando y va a seguir cambiando, y podemos hacerlo al gusto de unos cuantos o de acuerdo con las preferencias de casi todos. O entendiendo qué cambia y por qué, o sin entender nada y, por tanto, indignados. O teniendo la impresión de que nosotros pagamos y otros cobran, o de que todos ponemos el hombro.
Digo que es la caja de Pandora, porque hay muchos intereses en juego. El lector recordará esos películas que empiezan plácidamente, entre personas con relaciones estables y tranquilas, y en las que aparece un extraño que, sin estridencias, hace saltar todo el orden establecido, y aquello acaba como el rosario de la aurora. Bueno, pues razón de más para un diálogo lo más sereno posible, sin precondiciones del tipo «mi pensión no se toca» (que suele expresarse de un modo más aceptable como «es inmoral tocar la pensión de los pobres ancianos») o «los derechos de los trabajadores no se pueden rebajar» (que suele querer decir: «si usted necesita despedirme, prepare un cheque bien gordo»).
Ese diálogo tiene que ponerlo en marcha, formalmente, el gobierno. Pero ahí debe entrar toda la sociedad. Pues… vamos a ello.
Una de las cualidades que suelen exigir los anuncios de trabajo para directivos es la de ser ‘capaz de trabajar bajo presión’. No es don que poseamos la mayor parte de los mortales.
Está claro que es necesario revisar el modelo de sector público, sobre todo después de unas décadas de barra libre en el ámbito autonómico. Pero ¿Es el mejor momento para hacerlo?
Creo sinceramente que NO. Me parece preferible que quien tiene la legitimidad de las urnas y un presupuesto irremisiblemente restrictivo tome las decisiones de ajuste que considere oportunas y DESPUES -con un ambiente un poco más sereno y un gasto público algo reducido- plantee un debate multilateral y muy complejo que se llevará por delante a muchos de sus actores (políticos, sindicatos, intituciones, etc.).
Todo eso si se atreve. Porque los últimos años nos han mostrado que sólo los besugos son capaces de dialogar.