El lector ya habrá descubierto que hay unos cuantos expertos sobre Responsabilidad Social cuya lectura me parece muy instructiva, y con los que suelo estar muy de acuerdo. Uno de ellos es Josep M. Lozano. Uno de sus últimos comentarios se titula «Para ser responsable no basta con la responsabilidad» (verlo aquí). Explica que solemos relacionar responsabilidad con culpabilidad, en el plano de los actos (o de las omisiones): has hecho esto, luego mereces un castigo, o un premio. Y eso está bien, pero no nos lleva muy lejos, porque olvidamos la reflexión sobre lo que hay detrás de esa acción: los propósitos, intenciones o motivaciones de nuestras acciones (pongo las tres palabras como sinónimos, aunque no lo son).
Lozano usa el ejemplo del atasco en la carretera. ¿Qué acciones han provocado esto? Las de los demás, claro. Pero yo soy también uno de «los demás», porque me mueve lo mismo que a ellos: salir a esta hora del trabajo, tomar mi coche e intentar llegar cuanto antes a casa. «Somos responsables de lo que hacemos porque también -y a la vez- somos responsables de lo que nos mueve y lo que nos proponemos».
Mi colega en el IESE, Juan Antonio Pérez López, que falleció hace ya unos años, se habrá reído al leer esto. «Vaya, habrá dicho. Por fin se enteran de que las motivaciones son la clave de las conductas humanas».