The Independent Review publica un artículo de Laurie L. Calhoun, titulado «The silencing of soldiers» (ver referencia aquí, en inglés). Calhoun explica que, durante más de medio siglo, el Departamento de Defensa norteamericano ha venido financiando estudios sobre el uso de drogas que minimicen la resistencia, tan humana, de los soldados a matar. El objetivo era reducir las dudas y las ansiedades de los soldados, para aumentar, de este modo, las posibilidades de éxito de las acciones militares. Buena idea, sin duda,… si de lo que se trata es, simplemente, de maximizar el éxito militar.
Pero Calhoun hace notar que esto tenía un coste muy grande para los soldados, a largo plazo. Hace poco leí un libro, ya antiguo, de Tim O’Brien, Las cosas que llevaban los hombres que luchaban (Anagrama), donde se cuentan los traumas de los hombres que habían luchado en Vietnam, sobre todo la obsesión por por aquellos a quienes habían matado, quizás bajo el influjo de las drogas mencionadas antes.
Matar no es solo una decisión que puede ser facilitada con productos farmacéuticos. Es algo que causa un daño en la persona que mata. No es una obsesión tonta, enfermiza, sino una reacción natural, muy humana, ante lo que sabemos que es malo para otros y, por tanto, también para nosotros. La eficacia militar no puede ser nunca una excusa para convertir a una persona en un homicida o en un asesino, aunque solo sea temporalmente. Porque no es temporal. El consecuencialismo (medir la moralidad de una acción por sus resultados, habitualmente sus resultados externos, sin tener en cuenta lo que le pasa al agente) no puede ser un buen criterio, aunque sea atractivo para los mandos militares. Cuando «hay que ganar esta guerra como sea», ya te has pasado.
Efectivamente, no me cabe duda que es cierto. Lo que describes incluso se ha llevado al cine. Recuerdo una película que se llamada «La escalera de Jacob» (o algo así), en la que se decribía las alucinaciones y delirios producidos a un soldado sobre el que se habían hecho eperimentos con drogas para la guerra de Vietnam. No sonaba a guión de ciencia ficción la verdad.