Los «malos» monoteístas

Ha caído en mis manos un recorte que guardaba desde hace más de dos años: una carta al editor del Financial Times con el título de «El legado asesino del monoteísmo». La tesis es que las religiones monoteístas desembocan frecuentemente en odios y masacres de «los otros». Y concluye el autor, Gautam Pingle, un profesor en una universidad de India: «Afortunadamente, en algunas partes de este atribulado planeta la tendencia politeísta, una noción que sugiere la inclusión, parece ganar terreno y legitimidad en forma de secularismo, después de la larga pesadilla».

Hombre, claro: haciendo una cuidadosa selección de los periodos históricos elegidos, esa tesis parece bastante plausible. El autor hace referencia a la violencia sectaria en tiempos de Isabel I en Inglaterra. Por supuesto, violencia religiosa… si no tenemos en cuenta el enfrentamiento político que había detrás. Aquellos fueron muchos años de guerra en toda Europa, motivados por las religiones, claro,… y por la lucha entre nobles y monarcas, y de unos monarcas contra otros, otra vez por quién se quedaba con la parte principal del pastel. Si los gobernantes católicos perseguían a los súbditos protestantes no era tanto por su religión, sino por el temor de que apoyasen al señor, protestante, de la nación vecina: el argumento religioso escondía otro de carácter económico y político. Y ya que escribía desde la India, seguramente habría que preguntarse si el enfrentamiento entre hindúes (politeístas) y musulmanes (monoteístas), que estalló con gran crudeza a raíz de la independencia, era una guerra de religión, o más bien una lucha política por el reparto de la riqueza del país. Por cierto, el Imperio Romano, claramente politeísta, persiguió sangrientamente a los monoteístas cristianos. ¿Faltaba inclusión? ¿O quizás es que una religión que negaba el carácter divino de los emperadores podía suponer una pérdida de poder para el elite que gobernaba el Imperio?

Si yo fuese secularista, como el profesor Pingle, también me apuntaría al bando de los buenos, y pondría a los fanáticos religiosos en el lado de los malos. Pero si yo tuviese que dar un apoyo objetivo a esa tesis, me parece que me encontraría con problemas serios.