Me ha llamado la atención un breve pero interesante artículo de un profesor de la George Mason University, Daniel B. Klein, titulado «Elogio de la apertura ideológica» (en inglés, aquí). Se refiere a las actitudes ieológicas de los profesores ante sus alumnos, pero me parece que se puede aplicar a muchas más cosas: los que escribimos en blogs, los que hablan en la tele o en la radio, los que escriben en la prensa, incluso los que escriben cartas al director.
¡Claro que tenemos derecho a tener nuestra ideología! Pero esto nos resta objetividad, lo queramos o no (bueno, a lo mejor no perdemos objetividad, pensamos a menudo: ¡Están tan equivocados los demás! Y, lo que es peor, ¡no se dan cuenta de que están equivocados! ¿Por qué son tan tontos? ¿O es quizás que tienen mala voluntad?). Pero Klein da algunas ideas sobre cómo evitar los problemas de esa falta de objetividad. Habla para profesores pero, insisto, esto puede aplicarse a todos:
- Los profesores, dice, deben saber aclarar no sólo que un argumento es verdadero, sino si es importante. Y parte de su tarea es señalar lo que es realmente importante. Por eso -digo yo- hay tantos razonamientos económicos que se nos presentan como explicaciones de «la crisis», y son verdad, pero son solo una parte de ella y, por tanto, no son verdaderas explicaciones de la crisis. Lo ideológico aquí es tomar la parte por el todo.
- Una consecuencia de lo anterior: las omisiones suelen ocultar, muchas veces, la ideología. «No me interesa hablar de esto», porque esto iría contra mis convicciones profundas.
- Los argumentos sobre la verdad de algo, dice Klein, no siempre tratan de arrojar luz sobre la verdad. Recuerdo que un amigo mío, en los años de furiosos debates políticos de la transición, solía «desmontar» las razones (probablemente, ideológicas) del contrario diciendo: ¡Cómo! ¿No has leído a Steinberg (o Smith, o Rodríguez: es igual, el nombre era inventado)? ¡Oh, bueno! Léelo, y luego hablamos. Hoy en día decimos: como dice Fulanito en la American Economic Review,… y ya está: el argumento de autoridad deja todo sentado, aunque seguramente lo que dice Menganito en el Journal of Political Economy demuestra lo contrario…
- Klein recomienda ser explícito en cuanto a la ideología propia, al menos para que los demás sepan por dónde puede venir nuestros sesgos ideológicos. Esto les animará a ser críticos e independientes en su pensamiento (lamentablemente, también les puede llevar a parapetarse en su propia ideología).
- No se puede separar la ideología de la verdad. Claro que podemos hacer serios esfuerzos por conocer la verdad y rendirnos a ella, pero, queramos o no, nuestra manera de interpretar la realidad pesará en nuestros juicios. Moraleja: humildad en nuestras ideas, reconocer que los demás tienen o pueden tener una parte de verdad, y estar siempre dispuestos a reconsiderar nuestras «verdades» científicas.