¿Qué haces un domingo por la mañana delante del ordenador, escribiendo en tu blog?, me pregunta un lector. Es verdad: hoy me había propuesto no escribir. Pero he recibido el boletín semanal de novedades The Family Watch (ver enlace aquí, en castellano), y no he podido resistirme a hacer dos comentarios. Uno viene aquí; el otro lo dejo para el siguiente post.
Alejandro Macarrón acaba de publicar un libro, «El suicidio demográfico de España», que habrá que leer y estudiar (al menos porque sus tesis coinciden con las mías). The Family Watch recoge una entrevista que le hacen en El Comercio (verla aquí). Destaco algunos puntos.
- La caída de la natalidad no es un problema económico. Bueno, tiene un componente económico, pero plantearlo primero y principalmente como tal es un error. Si yo tuviese una renta más alta, me compraría un coche más grande, de modo que este es un problema económico; pero si tratamos a los hijos como bienes de lujo, hemos equivocado el análisis. «En otros países, con situación [económica] similar [a la de España], la tasa de natalidad es más alta. Y si miramos a España, no vemos que las clases más altas tengan más hijos que las que tienen menos recursos. Hemos priorizado un nivel de vida y una situación económica a tener hijos», dice Alejandro Macarrón.
- Por tanto, la carestía de la vida no es la clave del problema, ni el cheque bebé es la solución.
- Tampoco son las dificultades para conciliar trabajo y familia la causa. De acuerdo. Claro que más permisos de maternidad ayudaría, pero ese no es «el» problema.
- Tampoco lo son las leyes sobre el divorcio y el aborto. Forman parte del problema, pero este no se arregla prohibiendo o dificultando uno u otro, porque la causa está en otro sitio. Esas leyes «son un ejemplo de la política desincentivadora [de la natalidad] que se ha seguido en este país».
- Esa causa la pone Macarrón en los valores: la sociedad «tiene otras prioridades». De acuerdo.
- Y un punto más, que da lugar al título de este post: no se trata de desgravar fiscalmente a los que tienen hijos, sino de gravar a los que no los tienen: subirles el IRPF, o bajarles la pensión. Bueno, ya sé que esto caerá mal en algunos ambientes (aunque lo más probable es que ellos nunca lean el libro de Macarrón), pero tiene buenos fundamentos económicos. Uno: las familias con más hijos necesitan más ingresos y, por tanto, ya pagan más impuestos. Dos: tener hijos es un efecto externo positivo (perdón por el palabro). Un efecto externo es algo que causamos a los demás, aunque no tengamos relación (económica) con ellos. Si yo conduzco mi coche viejo y contamino, mis vecinos sufren mi contaminación; esto es una externalidad negativa, y es lógico que les compense pagando un impuesto más alto (lo que también me incentivará a cambiar de coche, es decir, a reducir la contaminación que causo). Tener un hijo es un efecto externo positivo, porque ellos generarán las rentas futuras con las que se pagará mi pensión. La solución sería, entonces, desgravar a los que generan ese efecto positivo. Pero los recursos públicos son limitados, de modo que un impuesto sobre los que no tienen hijos sería una buena alternativa. Sí, ya sé que alguno dirá que tener hijos es un desastre global. Bueno, preguntémosles cómo será la vida dentro de doscientos años si seguimos perseverantemente la política de reducir la natalidad.
Poco después de regresar nuestra familia en 2000 a España, con cuatro hijos nacidos en Bélgica, descubrimos con alegría esperar a otro hijo más. Comentándolo en un grupo de amigos, una española me dijo espontáneamente: «¿Sois ricos, o qué?». Me quedé de piedra. Y es que venía de un país de la Unión Europea donde la cuestión de tener un hijo más puede tener muchos argumentos en pro o en contra, pero NUNCA uno económico: la política familiar hace que tener un hijo más siempre resulta económicamente neutro.
Hace poco, hice el cálculo: para alcanzar en España el nivel de vida de Bélgica con nuestros (ahora) seis hijos, haría falta ganar €4.000 más al mes. O sea, en 10 años, medio millón de euros, ¡se dice pronto! Base del cálculo: prestación universal por hijo a cargo, cheque escolar, y coste de la vivienda.
Y por cierto, la conciliación en España es un imposible mientras este país siga en el huso horario equivocado, adoptado en 1942 (www.hora-1.blogspot.com) sin que nadie se enterara.