Así titulaba el artículo que publiqué ayer en El Periódico (verlo aquí). Me refiero a la reforma de los partidos políticos. No la del sistema electoral, que también necesita una reforma, sino la de la interna de los propios partidos. Algo que puede tener algún reflejo en las leyes, pero que dependerá, sobre todo, de la buena voluntad de los mismos partidos. Por eso digo que no será. Quiero decir: no tienen ningún incentivo para hacerla.
¿Por qué hace falta? En el artículo señalo algunas razones. Los ciudadanos están alejados de los partidos, que no representan sus intereses. Hay muy poca comunicación, no ya con los ciudadanos en general, sino con los propios militantes, y esa relación aparece intermediada por los medios de comunicación, que entran de lleno en el juego partidista.
Los partidos han perdido identidad, precisamente por su desconexión con la calle, y se han convertido en estructuras burocráticas, donde no están bien vistas las corrientes internas, y donde la participación es limitada. Y, finalmente, la lucha entre partidos es más bien un cambalache donde impera el principio de vive y deja vivir: hoy por ti, mañana por mí. En público no se dialoga, se desautoriza, pero luego en los pasillos del Parlamento se negocio, precisamente con aquel criterio de repartirse el poder. Porque, y esta es una causa importante, viven del presupuesto público.
¿Podremos sobrevivir sin esa reforma? Bueno, sí, pero la calidad de la democracia se resentirá. Y la de la vida ciudadana (¿dónde está la llamada «sociedad civil»?). En el artículo sugiero dos posibles soluciones (la verdad es que con muy poca fe). Una es que los ciudadanos adquiramos protagonismo. La otra es la reforma de la ley de financiación de los partidos, exigiendo esas reformas internas y una transparencia inmaculada. Pero esta no tendrá lugar sin la otra, sin la voz -el grito- de los ciudadanos.
La crisis está sirviendo para depurar dinámicas viciadas. Con un poco de suerte esta purga también llegará a la clase política, aunque desde luego están haciendo lo imposible por salir inmaculados de esta situación. Pero llegará, estoy convencido.
Estoy de acuerdo; es muy difícil reformar los partidos. Pero la crisis podría ayudar forzando a reducir las subvenciones que reciben partidos y sindicatos. Al Gobierno puede no quedarle otra. A ver!