En favor de la competencia

Hace unos días, Robin Harding escribía en el Financial Times contra la cultura de «creación (y captura) de rentas» (aquí, en inglés). Tomaba como excusa el caso de los taxis en Milwaukee: limitando el número de licencias, se habían conseguido unos precios exorbitantes; poner un taxi en marcha en aquella ciudad cuesta mil dólares a la semana, entre la gasolina y la licencia. Y luego menciona otros casos, como el de los derechos de autor. Se tratan de justificar por la conveniencia de animar a la gente a escribir, a componer música o a practicar el arte. Pero cuando se propone extender a 70 años la duración de los derechos de autor de la música (ahora son 50 años), ya se ve que lo que se pretende otra cosa: como dice Harding, otros veinte años no harán que los Beatles compongan más canciones.

La creación de rentas es el proceso por el que, limitando la competencia, se eleva el precio de algo. Lo sufrimos todos los días, aunque no nos demos cuenta: en el transporte, en la distribución de energía, en algunas profesiones,… La captura de rentas es el proceso por el que algunos son capaces de apropiarse esas rentas, creadas por ellos o por otros, para su beneficio personal. Y, claro, los capturadores de rentas tienen dinero y poder y, por tanto, pueden resistirse a la liberalización que mejoraría la situación de los consumidores. O sea: usted y yo sufrimos los procesos de creación y captura de rentas.

Por eso me parece que las reformas que estamos tratando de llevar a cabo en este país quedarán incompletas si no hay un verdadero esfuerzo por reducir esos procesos de creación y captura de rentas. Y reconozco que los gobiernos (nacional, autonómicos y locales) no lo tienen fácil.