Frank Partnoy comenta en el Financial Times de hoy (en inglés, aquí) la carta de Greg Smith en que denunciaba la cultura de Goldman Sachs a la que me referí ayer (aquí). Este profesor de la universidad de San Diego señala que tanto Smith como los directivos de Goldman Sachs hablan mucho de sus «clientes«, pero que no todos los clientes son iguales.
Hay, dice, «verdaderas relaciones de clientela, en las que el banco tiene un deber fiduciario como asesor» del cliente, y «pseudo-relaciones de clientela, en las que la empresa es sólo un market maker que negocia con sus contrapartidas sin relación personal». O sea, la señora María que se acerca a la ventanilla del banco a preguntar qué puede hacer con su dinero es algo muy distinto del fondo de inversiones que compra unos activos estructurados del banco, aunque solo sea porque es muy fácil engañar a la primera, y más difícil engañar al segundo. Y uno de los problemas de esta distinción es que los empleados del banco conocen en cada caso con qué tipo de cliente están tratando, y no siempre actúan de acuerdo con los estándares éticos (y legales) necesarios.