Mi buen amigo Pedro Navarrete, me regaló el libro de Daniel H. Pink, «La sorprendente verdad sobre qué nos motiva» (Gestión 2000, 2009). Trata sobre qué es lo que nos motiva. El mensaje es sencillo: el palo y la zanahoria, es decir, la motivación extrínseca, los premios y los castigos, son útiles a veces, pero en muchas ocasiones no sirven. Lo que de verdad nos motiva es la motivación intrínseca, la que nos mueve a actuar por el placer de hacer las cosas, por el incentivo que supone resolver un problema, por la necesidad de sentir la autonomía de nuestra vida. O sea: la manera tradicional, taylorista, de concebir la empresa como un lugar donde los jefes mandan con premios y castigos y los empleados, que se supone son perezosos y sin iniciativa, obedecen para llevarse los premios y evitar los castigos, no funciona. Sobre todo, no funciona en las actividades más interesantes y atractivas.
Estoy de acuerdo con Pink. De todos modos, no he encontrado en el libro una referencia a actuar para los demás. La motivación intrínseca sigue mirándose el ombligo, pensando solo en los intereses del agente, y no se preocupa de los demás. Y, sin embargo, en la vida hacemos muchas cosas sin esperar una compensación. Ni siquiera por el placer de ayudar a otro, que eso es motivación intrínseca, sino, simplemente, por ayudar a otro, sin el placer personal. Quizás tenemos que hablar más de gratuidad y de reciprocidad.