Recojo aquí algunas ideas que William Sullivan presentó en el Congreso de la Universidad de Dayton al que asistí hace unos días, y al que hice referencia en otras entradas. Según él, la «imaginación práctica» desarrolla el sentido y el propósito de lo que hace el directivo. En las escuelas de dirección se consigue, decía, mediante una formación que incluya aspectos cognitivos, desarrollo de capacidades y formación de la identidad profesional, que incluye valores y propósito. El problema, señalaba Sullivan, es que esas tres dimensiones suelen correr a cargo de distintos cursos y profesores, y resulta muy difícil para el alumno integrar las tres, a no ser que cuente con la ayuda de un profesor experimentado.
Como resultado, aconsejaba combinar tres modos de reflexionar, más uno adicional:
- Pensamiento analítico. Es el propio de las ciencias: tomar una parte, haciendo abstracción de lo demás, y profundizar en ella.
- Múltiples marcos de referencia: trabajar en diferentes campos y con diferentes capacidades, no siempre compatibles a primera vista (por ejemplo, pensar en un problema por un lado como economista, por otro como politólogo, por otro como sociólogo,…).
- Exploración reflexiva del sentido, haciéndose preguntas como qué tipo de persona soy y qué es razonable que yo espere o imagine.
- Y el añadido: razonamiento práctico, para bajar a lo concreto.
Reconozco que son ideas un poco abstractas, pero me parece que pueden ayudar a profundizar en la labor educativa de las escuelas de dirección.