He explicado varias veces por qué los bancos merecen un trato especial en la actual crisis financiera: no porque los banqueros sean más guapos (que no lo son, obviamente), o más poderosos (que lo son), o más influyentes en política (que lo son: ¿quién, si no, ha prestado generosamente a los partidos políticos en los muchos años de su existencia?), sino por su papel, importantísimo, en la marcha de la economía. Y cuando digo esto no estoy pensando tanto en el crédito como en el sistema de medios de pago (los bancos ocupan un lugar central en la provisión de liquidez al sector privado y en la intermediación de cobros y pagos) y en la canalización del ahorro hacia la inversión.
A este respecto, releí hace unos días un paper de John Boatright, profesor de Business Ethics de la Loyola University de Chicago, y especialista en ética de las finanzas. Boatright señala tres aspectos de la función social de la banca, que distinguen a estas instituciones de las empresas corrientes:
- Los bancos establecen relaciones continuas con sus clientes, no operaciones ocasionales (a diferencia de lo que ocurre en el mercado de capitales).
- Por ello, esas relaciones no pueden basarse en los contratos tradicionales, como de compraventa, en que una parte se compromete a entregar un bien y la otra a pagar un precio.
- Y, sobre todo, los bancos no establecen relaciones bilaterales, sino multilaterales. Cuando yo voy al banco a pedir un crédito, el banco no me da su dinero, sino el que ha recibido de alguien que se lo ha prestado, y cuando yo ingreso mi depósito en el banco se lo estoy dando para que él lo preste a un tercero.
Esas características hacen que la relación del cliente con el banco sea especial (además de las otras que ya he citado antes). Sobre todo la tercera de esas peculiaridades hace que sea importante evitar no ya la quiebra de un banco, que es algo muy posible (y, en ocasiones, deseable), sino la pérdida de confianza en el sistema financiero en su conjunto.
Y esto me lleva a la segunda parte del título de esta entrada: esa relación de confianza exige un comportamiento escrupulosamente ético por parte del banco, porque sus relaciones con sus clientes son continuas, porque no pueden limitarse a contratos «corrientes» (por el contenido de confianza), y porque afectan a muchos agentes distintos. Claro que podemos pretender crear confianza mediante contratos y mediante la exigencia de su cumplimiento ante los tribunales, pero si yo estoy seguro de que mi banco cumplirá porque la ley se lo exige, no necesito la confianza. Y sí la necesito cuando, precisamente, tendré relaciones frecuentes (y muy distintas) con él, esto no puede traducirse en un contrato «corriente» y esto afecta a otras muchas personas.
Don Antonio:
Me parecen respetables y de calado sus reflexiones y consideraciones sobre la banca y, además, en general las comparto, pero lo que me parece una inversión ruinosa e injustificada es apoyar a ese 30% del sector del que tenemos la impresión de que está quebrado (16.000 millones de neto patrimonial negativo en Bankia) y creo que lo se invierta ahí será irrecuperable y, además, no hara fluir el crédito. ¿No sería mejor apoyar al otro 70% que también tiene problemas y que el Banco de España gestione una quiebra lo más ordenada posible de estos otros bancos y cajas?
Antonio,
Los bancos no han cumplido con su función social como indicas, Por ello ahora tenemos que ayudarlos. Principalmente para salvar los inetereses de los que confiaron en ellos y les dejaron su dinero para que hicieran de banqueros. ¿Crees firmemente que los mismos directivos que han hundido el sistema nos van a sacar de él? ¿Qué mérito tienen para seguir en sus puestos?. Conocemos lo que son capaces de hacer. Lo sufrimos. Quizás los mercados, éstos que nos tienen atenazados con la prima de riesgo, esperan que se marchen los directivos bancarios actuales. Igual con otros que merecieran confianza bajaría la prima de riesgo.
En general, nos pierde no decir las cosas por su nombre, lo politicamente correcto. En Catalunya somos campeones en ello.