Otro paquete de austeridad del gobierno, anunciado hoy. Y van… ¿cuántos ya?
¿Son necesarios todos ellos? La respuesta es que, probablemente, sí. Los médicos no suelen dar toda la medicación de golpe: ahora tome esto; deje esto y tome lo otro; ahora vuelva al medicamento anterior; ahora añada estas pastillas,… Además, un paquete de consolidación fiscal no es como una enfermedad bien diagnosticada, porque hay medidas que no se pueden tomar ahora, sino que tienen que esperar; y otras que pasan a ser urgentes, porque el déficit crece demasiado; y hay que conceder algo, porque los ciudadanos se rebelan, y hay que esperar un poco. A los que dicen que el gobierno debió tomar todas las medidas de golpe, les preguntaría con qué criterios fijarían ellos la cuantía.
¿Qué opinas de estas medidas, me pregunta el lector?
- Los funcionarios se quedan sin paga de Navidad. Obvio. No para los funcionarios, claro, pero sí para los demás. El sector privado hizo su primer ajuste en 2008, y el segundo en 2011; el sector público empezó solo hace unos meses; ahora ha de corregir el retraso. El sector privado despidió a miles de personas; el sector público redujo el número de funcionarios apenas en 7.000 en el primer trimestre de este año. Va con retraso. «Pero el gasto público es el ingreso privado». Sí, claro. Pero el problema no es si es bueno o no suprimir ese ingreso privado, sino si podemos pagar el gasto público. Y no podemos. A partir de este punto, lo que hay que discutir es qué partidas de gasto reducimos, no si hay que reducir o no.
- Subida del IVA. Fuerte. Sí. «Reducirá el consumo«. Menos de lo que pensamos, porque las empresas tendrán que absorber una parte importante del mayor coste, que no está el horno para subidas grandes de precios. Y ahora es buen momento, porque los turistas están llegando ya. ¿Es bueno subir los tipos reducidos? No tiene mucho sentido subir unos al 21% y dejar otros al 4%.
- Supresión de la deducción por vivienda. Lo siento por los promotores y los bancos, pero no tiene mucho sentido favorecer ahora esta partida.
- Reducción de empresas públicas y privatizaciones. Claro. Y bueno, al menos para los ciudadanos.
- Recorte de las cotizaciones sociales. Recomendado por los expertos, con el pomposo nombre de «devaluación interna»: abaratemos el factor trabajo, para crear empleo, y compensemos la reducción de ingresos públicos con la subida del IVA. Además, favorece a la exportación, porque baja sus costes, pero no repercute el IVA. Es de libro de texto (hace unos días puse a mis alumnos del Executive MBA una pregunta en un examen en este sentido).
- Reducción de las prestaciones por paro. Hay que animar a la gente a volver cuanto antes al mercado de trabajo; esto forma parte de la reforma laboral. «Pero no hay trabajo». Entonces, lo lógico sería subir las prestaciones por paro: 100% del salario durante cinco años. Y todos felices. Nadie volvería a buscar trabajo, claro. Y no podríamos pagarlo.
- Eliminación de las bonificaciones a la contratación. Siempre me ha parecido que había demasiadas bonificaciones.
- Solo quien haya trabajado podrá cobrar la ayuda de 400 euros. Muy duro para los que nunca han tenido un empleo.
- Reducción del número de concejales. Quizás el café para todos no es la mejor solución, pero por algún lado hay que empezar.
- Recorte de 600 millones. Esto puede volver a ser café para todos, o una sana medida de búsqueda y captura de ineficiencias. Hace un rato he escrito sobre las manifestaciones de los mineros del carbón: es un buen ejemplo.