«¿Corrupción? No, gracias», es el título de un artículo que publico en el número 7 de Ethic. Lo he encontrado en la edición en papel, pero no en la on line (puede ser que no lo haya buscado con suficiente empeño, claro,… o que un olvido lo puede tener cualquiera). Es un comentario sobre los costes de la corrupción para las empresas, sobre los que ya he hablado otras veces aquí.
Casi al mismo tiempo, mi colega del IESE Juan Carlos Vázquez Dodero en envía una noticia de Reuters que explica que, en una encuesta reciente hecha entre 500 ejecutivos de Estados Unidos y Reino Unido, el 24% de los directivos del sector de servicios financieros consideran que los pagos improcedentes son necesarios para funcionar en los negocios. Y un 26% afirma tener conocimiento de primera mano de ese tipo de operaciones (¡angelitos!).
¿Porque lo exige la empresa? No, ya que el 16% de los que respondieron a la encuesta afirmaban que incurrirían en una situación de información privilegiada si se presentase la oportunidad. Y un 30% afirmó que sus planes de remuneración les presionaban a incumplir la ley o los estándares éticos.
Bueno, ya se ve que tendremos que empezar desde mucho más atrás. Habrá que explicar a la gente que, si es necesario incumplir la ley para hacer un negocio, eso no es un negocio. Que hay que trabajar por algo más que sea una remuneración mayor. Que quizás eso de maximizar el beneficio no es tan buen idea como parecía, si nos lleva a convertir los directivos en una cuadrilla de inmorales.
Creo que como diagnosticaba Niklas Luhmann, el mundo de la economía actual puede ser comprendido como «sistema social» que, en categorías teóricas, podemos describir como configurado por relaciones auto-refernciales y en una comunicación basada en el código binario beneficio-pérdida -que es el código diferenciador del de otros sistemas, como el de la ciencia con el código saber-no saber. En este sistema social funciona una lógica propia en la que los valores éticos no juegan papel alguno. Ni eso es un desideratum, ni tampoco creo acertada la confianza de A. Smith con su idea de la «mano invisible» que del impulso egoista de los agentes económicos pensaba surgiría el bienestar de todos (es tesis falsedada, popperianamente por la realidad). El problema no es tanto que la teoría económica dominante excluya la dimensión ética y que sólo admita que decisiones económicas en todo caso puedan tener efectos sociales como los que sufrimos ahora. El problema más grave es que no es teoría, sino algo fáctico, mucho más desde que la revolución conservadora lograra mayor independencia de ese sistema frente a todo control social, ese funcionamiento a-moral de la economía. Y quien quiera actuar ahí, si se tiene que adaptar a la realidad, si tiene cierta formación moral, deberá actuar como esquizofrénico que vive en dos universos de sentido tan diversos. Y me pregunto si, cuando instituciones con poder económico nos emplean como docentes de ética, si sólo buscan un efecto de imagen.
No veo como podría admitir la tesis de que una conducta ética contribuya siempre, en algún caso puede que sí, a mejorar las cuentas de una empresa. Aquí donde resido, Salta, en el Valle de Lerma, la principal fuente de ingresos para sus propietarios rurales es el cultivo y el secado del tabaco. Ni me atrevo a sugerir a un productor de algo que puede matar o producir daños muy graves a la salud, que su actividad sea de hecho tan inmoral como es el comercio con droga o armas.
Personalmente creo que habría que realizar un giro kantiano (o copernicano) en la misma concepción teórica de lo económico: empezando por admitir que se realiza en decisiones y acciones «sociales» (el agente no está escindido en segmentos disociados), pero con efectos medibles económicamente. La idea de los stakeholders ha introducido un elemento de irritación en el cerrado sistema económico, pero dudo que los dirigentes de este sistema lleguen incluso a darse cuenta de que su sistema economico, diferente del sistema de la politica, hoy tiene incluso más oportunidades de imponer su voluntad a todos (según el concepto weberiano de Poder) que los mismos sistemas concretos politicos. La actual crisis fue desencadenada por especulación capitalista, no por excesos en el Estado de Bienestar, pero los poderes fácticos económicos, aprovechando (casi en puro chantaje) la necesidad de toda economía productiva de un sistema financiero, están logrando que el poder politico imponga a los menos pudientes remediar o recomponer los platos rotos producidos por decisiones en las que el pueblo nunca intervino, pues ese poder económico no es controlado ni interna ni externamente por el poder legítimo democrático. Más o menos vivimos hoy en un totalitarismo de la economía, en una especie de «fascismo económico» que ha sustituído el medio de poder de la policía o las armas por las presiones financieras.
El llamamiento a soluciones éticas no creo sea suficiente, el mundo global deberá buscar en nuevas leyes internacionales (como siempre el Derecho soluciona más prácticamente que las doctrinas morales) la forma de controla a ese hoy incontrolado poder del capital.
Los directivos una cuadrilla de inmorales? Y los carniceros? y los profesores de Universidad? y los zapateros? y… Por tanto, deberíamos entender que mediante las políticas económicas convencionales, no se podrá solucionar la actual crisis económica? Que en el fondo nos encontramos en una crisis moral, y este es el problema que deberíamos solucionar?