Con unos cuanto colegas de diversas universidades hemos publicado un «Código ético para políticos«, promovido por la Cátedra Ethos de la Universidad Ramón Llull y publicado en inglés en el Ramón Llull Journal of Applied Ethics, número 3, 2012. No pretender ser un código para sancionar conductas inmorales, sino más bien para orientar sobre lo que debe y no debe hacer un político. No incluye sanciones (¿quiénes somos nosotros para convertirnos en jueces?) y trata de ser animante.
Incluye unos cuantos principios (justicia, respeto, servicio, responsabilidad, integridad, imparcialidad, profesionalidad, transparencia), y desarrolla las relaciones de los políticos con los ciudadanos y la sociedad civil; con los otros políticos; los deberes de los políticos en funciones ejecutivas en la administración, y las relaciones con los medios de comunicación, con los partidos políticos y con la administración de justicia.
«¡Qué manera más tonta de perder el tiempo!», me dice un lector. ¡Oh, no! Primero, hemos aprendido mucho al hacerlo. Segundo, la ética no se puede reducir a la ley o el reglamento: es mucho más que eso. Y tercero: si los políticos, y los ciudadanos, reflexionamos más sobre lo que debemos o no debemos hacer, aprenderemos a ser mejores personas.