Las dudas sobre la sostenibilidad de la deuda española se basan en la probabilidad (se supone que elevada) de que la proporción Deuda pública /PIB crezca de manera rápida en los próximos años, hasta hacerse explosiva. Acabo de leer un artículo de William R. Cline, «Sostenibilidad de la deuda soberana en Italia y en España: un enfoque probabilístico» (Working Paper númeor 12/12, agosto de 2012, del Peterson Institute for International Economics), que llega a conclusiones más optimistas. Cline contempla tres escenarios (optimista, medio y pesimista), definidos a partir de probabilidades, fijándose en los límites del 25% y del 75% para establecer esos escenarios, y analiza la evolución probable de cinco variables: crecimiento del PIB, tipos de interés, déficit primario, necesidades de refinanciación de la banca e ingresos por privatizaciones.
La conclusión de Cline sobre España es optimista. En el peor de los casos, el nivel de deuda pública sobre PIB no irá más allá del 100% del PIB en 2020, y en el escenario intermedio estará en el 92% del PIB. Estas cifras son moderadas respecto de Italia, e incluso respecto de Alemania. Son discutibles, claro, porque dependen de los supuestos; con otros supuestos, más pesimistas, saldrán resultados peores. Pero Cline llega a la conclusión de que España no está abocada a una quiebra, ni mucho menos. Eso sí, subraya la importancia de continuar la política de austeridad, especialmente el no dejar que el déficit primario (el déficit público excluido el pago de intereses) adquiera un volumen demasiado elevado.
O sea, que hay muchas razones para el optimismo. Pero, claro, hay que hacer los deberes. Y explicarlos. Y no preocuparse demasiado por el nerviosismo de los mercados que, si Cline tiene razón, no se debe tanto a la situación de España como al desconcierto de Europa.