Perdón por los palabros. Lo de utilitaristas sociales no me lo he inventado yo. Se refiere a una característica de nuestra sociedad (o, al menos, de un elevado porcentaje de miembros de nuestra sociedad occidental avanzada, liberal, democrática y no sé cuántas cosas más). Por un lado, somos individualistas, al menos en nuestra vida privada: «yo con mi vida privada hago lo que quiero, y nadie tiene por qué decirme lo que he de hacer». No insisto sobre el tema; aunque no he hecho una encuesta, me parece que este es un punto de vista muy extenso en nuestras sociedades.
Por otro lado, somos utilitaristas en lo social. Vivimos en un entorno en el que descargamos nuestra responsabilidad en las cosas sociales. El individualismo mencionado antes nos lleva a tener objetivos solo (o mayoritariamente) individuales, privados; no hay objetivos sociales (lo del bien común debe ser una antigualla, ¿no?). La época de las «utopías sociales» ha pasado: no nos mueve la perspectiva de tener una sociedad más justa, porque lo que yo entiendo por justo no coincide con lo tuyo. De modo que acabamos cada uno en su casa: mi consumo, mis diversiones, mi vida privada,…
¿Y los problemas sociales? ¡Oh, yo no tengo medios para solucionarlos! Que me lo den resueltos. ¿Cuáles? Un entorno económico estable (por eso nos irrita tanto la crisis), un buen sistema sanitario y educativo (no a los recortes), unas pensiones suficientes, oportunidades de empleo, un nivel de vida creciente, orden público en la calle,… ¿Quién lo tiene que resolver? No lo sé: «ellos»: el sistema, el Estado, los políticos, los empresarios, los banqueros, las organizaciones internacionales, Europa, los expertos,…
Al final, esto significa que renuncio a controlar todo esto, a cambio de que me lo den hecho. O sea, yo no tengo responsabilidad por todo ello. El «todos somos responsables de todo» de Hans Jonas se ha convertido en «yo no soy responsable de nada»; véase, por ejemplo, la actitud de muchos ante la crisis. Por cierto, la crisis significa que «alguien» («ellos») no ha cumplido con su deber, me ha quitado aquello a lo que yo tengo derecho, no ha sido capaz de solucionar esos problemas sociales y económicos «macro», que son un derecho mío (atención: el marco estable de mi vida es ahora un derecho, no de carácter político, negociable, que admite más o menos, sino un derecho moral, irrenunciable). (Y un motivo de preocupación: ¿es posible volver a recuperar esos «derechos», si la crisis se alarga, si la sociedad envejece, si el medio ambiente continúa deteriorándose,… ¡Oh, cielos! ¡Que se me caen los palos del sombrajo!).
Todo esto me ha venido a la cabeza a propósito de algún comentario reciente a entradas anteriores de mi blog (por cierto, nunca os doy las gracias por escrito, pero os las doy, de verdad, en mi corazón, y no os contesto, a menudo porque estoy de acuerdo, y porque no pretendo convertir este blog en un lugar de discusión, sino en una exposición de ideas, iba a decir que tranquila, pero reconozco que, a menudo, me pongo nervioso y grito demasiado). Comentarios recientes sobre la facilidad con que convertimos nuestros «derechos» en ocasiones para apropiarnos de lo de los demás. Defender los derechos propios está bien, pero, si no son derechos absolutos, derechos humanos, no estamos autorizados a utilizar la defensa de nuestros derechos como una ocasión para apropiarnos lo de los demás. Esto se ve en el Estado del bienestar: el abuso de las prestaciones por desempleo, o de los servicios médicos, o de las pensiones de jubilación, es una forma (más o menos admitada por la sociedad) de apropiarnos de los ingresos del Estado, es decir, de lo que han pagado nuestros conciudadanos. O sea, como dice uno de vosotros, es meter la mano en el bolsillo de los que cumplen con sus deberes fiscales. Y lo que he dicho más arriba es solo una manera de explicar cómo nuestra sociedad considera que esto es de lo más normal, aceptado, reconocido, bueno,… O sea, que robar es un derecho (excepto cuando lo hacen los políticos, o los directivos de las instituciones financieras, probablemente porque les atribuimos la crisis).
Todo esto me suena al viento. Si el viento va por aqui, las ideas criterios y nuevas van en esa direccion; si el viento sopla por alla…. las ideas …. cambia a su direccion. Alguien sabe indicar cual es el mecanismo por el cual pueda dejar de ser utilitario (borrego) ¿por el voto? no, esta manipulado, basta decir que ni siquiera decide por el que he votado. ¿Dejar de votar? no porque basta que voten el 1% de la poblacion y se considera valido. Parece que solo queda una opcion, y el unico lenguaje que entiende la clase que se ha robado la decicion de los demas, desalojarlos del poder politico y militar a balazos. Que diferencia hay matar de hambre, de deprecion (suicidio) por al crisis, o a balazos? Seguro que argumentos sobraran hasta no publicar mi comentario.
¡que acertados comentarios !
realmente se nos dice cada día (radio, tv) que el estado del bienestar es un derecho que tenemos (¿?) y mucha gente se lo acaba creyendo (en un happy hippy world a lo mejor si, pero en la vida real un estado del bienestar será un derecho, pero que se tiene que ganar y pagar cada día!)
Expresiones como «la sanidad gratis» (hombre, pues no, alguien la tendrá que pagar) son reveladores de este pensar
y esto, junto con un nivel de corrupción aceptado socialmente muy superior a lo que dictan unos mínimos criterios éticos («si pagas el billete de tren es que eres de los tontos…», y claro, yo no quiero ser de los tontos) … hace que así nos vayan las cosas !
(sorry por la extensión)
ah, y muchas gracias por el blog, profesor !
saludos,
marti monras
Casi de acuerdo con Ud. Difiero en una cuestión: el abuso de las prestaciones por desempleo. Hay casos y casos. Si una persona, de 50 años, después de muchos entregado a su empresa, trabajando bien, por una enfermedad ya no le es «útil» a esa empresa, porque hay jovencitos que lo hacen mucho más barato, se ve en la calle perdiéndolo todo….creo que es justo que el Estado, que permite y alienta estas acciones de terrorismo empresarial, ayude y mantenga a esa persona. Y el resto de la sociedad, incluídos los que trabajan, deben comprenderlo y admitirlo. De los contrario, siguiendo su argumento, seríamos utilitaristas plenos: si ya no me sirves, a la basura.