Mi colega Alfredo Pastor me contó hace años el consejo que le dio un colega veterano: si das una cifra, no pongas una fecha, y si das una fecha, no pongas una cifra. Puro sentido común. Pero hoy voy a propugnar lo contrario.
Me entero del reciente anuncio por parte del Banco de España de que la recesión continúa un trimestre más. Y me entero a través de un largo artículo del Wall Street Journal (edición norteamericana): un buen artículo, pesimista, como es lógico entre los que miran la realidad española desde el otro lado del Atlántico (pero no más pesimista que lo que se respira en España). El artículo explica, claro, el pasado. Y anuncia el futuro. Y aquí es donde me parece que, saltándonos las reglas más elementales de la prudencia, tendríamos que adelantar cifras y fechas (aunque no sean del todo creíbles).
El motivo es que, explicado sin más, el futuro parece pesimista porque está todo ahí, delante nuestro, con todo su color amenazante: el crecimiento no llegará, el déficit público seguirá creciendo, el paro seguirá aumentando… Dicho así, el panorama es terrible. Como si el médico nos contase, de un tirón, lo que nos espera: dolores, noches sin dormir, una operación sangrienta, una larga convalecencia, unos costes elevados…
En cambio, el médico nos cuenta una historia en el tiempo: dolores a ratos; malas noches, pero no todas; la molesta operación, pero dentro de un mes… Leí una vez que una de las diferencias entre seres humanos y los animales es que nosotros somos capaces de representarnos el futuro con una vivencia real actual, lo que nos hace, a ratos, más felices, pero también más desgraciados.
En conclusión: me parece que es bueno que seamos capaces de contar nuestros males económicos como una película, de modo que podamos retrasar nuestros terrores y adelantar nuestras esperanzas. Ojalá seamos capaces de hacerlo. Aunque las fechas nos las inventemos (un poco).