Continúo con el tema iniciado en la entrada anterior. En el seminario al que aludo allí, en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, añadía algo que me parece muy importante al listado de razones por las que un directivo debe ser socialmente responsable: eso solo lo ve el que se decide a ponerlo en práctica.
O sea, un directivo empieza a actuar con Responsabilidad Social cuando se lo cree. Le podemos dar razones de todo tipo, desde estudios empíricos hasta ejemplos de directivos con éxito, pero él solo lo «entenderá» cuando se decida a practicarlo.
Por ejemplo: tengo un colaborador joven y poco experto, y decido darle autonomía para que actúe, porque le estoy dando también los medios para que acierte (consejos, por ejemplo, o formación). Y se lo digo: esta es tu responsabilidad, actúa como te parezca mejor para ti, para los demás y para la empresa, y está siempre dispuesto a dar razón de tus decisiones. Y yo las aprobaré, y no te castigaré por tus errores, siempre que tú hayas actuado de manera profesional y éticamente correcta y puedas explicármelo. Esto supone un riesgo para mí, que puede ser muy grande. Pero si actúo así, es porque pienso que ese es el mejor medio para que esa persona se desarrolle, crezca, aprenda, mejore y se gana la confianza de los demás. Y esto es un acto de fe por mi parte.