Vuelvo a la entrevista de Dilma Rousseff, Presidenta de Brasil, en El País del día 17 de noviembre, a la que me refiero en las dos entradas anteriores. Ya se ve que me gustó mucho la claridad de ideas de esta mujer. Ahora querría fijarme en algo que me parece también importante para nosotros, ahora y siempre: el pensar a largo plazo.
“Yo, por ejemplo, pretendo hacer un plan a medio plazo. Para saber dónde quiero llegar tengo que iluminar también el presente, definir cuál tiene que ser mi tasa de inversión si quiero doblar la renta per capita de Brasil, y en cuánto tiempo”.
Y luego ofrece un buen consejo para los gobernantes y para los críticos: “Lo que en nuestro caso [su gobierno con Lula] operó como elemento transformador fue comprobar cuando llegamos al Gobierno que había, ¿cómo decirlo?, determinados falsos dilemas, idénticos a los que hoy enfrenta Europa. Disyuntivas como controlar la inflación o impulsar el desarrollo, reducir el gasto público o invertir, desarrollar primero el país para luego distribuir rentas, luchar solo contra la pobreza o entrar en un salto en la economía del conocimiento, optar entre el mercado externo y el consumo interno. A mi ver, todas estas cosas deben abordarse simultáneamente”.
Totalmente de acuerdo, al parecer los falsos dilemas son producto de una suerte de pereza o confort intelectual o, en todo caso, falta de prudencia, cuando lo que se requiere es por el contrario tener la capacidad de generar alternativas múltiples para alcanzar metas superiores y desarrollo sostenido. Muchos de estos dilemas se han mantenido como mitos durante años, cuando en realidad con un poco de insatisfacción constructiva y ganas de hacer las cosas bien, basta para recrear el futuro, en especial a mediano y largo plazo.