Cuatro clases de Responsabilidad del empresario

Encuentro en el n. 29 de la Revista INALDE, de la Escuela de Dirección colombiana del mismo nombre (aquí), el resumen de un artículo de Carlos Llano Cifuentes, que fue fundador del IPADE, la conocida escuela mexicana. El artículo fue publicado inicialmente en ISTMO (9 de marzo de 2003), y se titula «Dónde empieza y dónde acaba la responsabilidad del empresario«, y aunque se refiere más a la persona del directivo que a la de la empresa como tal, puede ayudarnos a entender mejor qué queremos decir cuando decimos Responsabilidad Social de la Empresa.
Llano distingue cuatro tipos de responsabilidades en el empresario:
  • Responsabilidad consecuente, por las consecuencias de sus actos. Llano señala que esa responsabilidad se deriva de la libertad que tenemos como personas, pero que no podemos elegir nuestros actos y renunciar a la responsabilidad que se deriva de ellos. Por ejemplo, seré responsable de las consecuencias medioambientales de mis acciones, me gusten o no.
  • Responsabilidad antecedente, porque somos responsables de todas las conecuencias de nuestras acciones, pero no de la misma manera, sino en lo que él llama «círculos concéntricos» de la responsabilidad, que empieza por uno mismo, sigue con su familia, su empresa, las personas con las que se relaciona, su comunidad local… Además, todos somos responsables de las motivaciones de nuestros actos, y de los principios que los rigen, que son las razones últimas que los explican. «Si [el directivo] no es capaz de dar razón de los principios por los cuales tomó una decisión, es ya irresponsable de alguna manera». Señala también que los principios deben estar encarnados en las personas. Y que esos principios no garantizan las consecuencias: una persona sin principios puede tener excelentes resultados económicos, pero se estará echando a perder como persona.
  • Responsabilidad congruente, que relaciona la responsabilidad de sus actos con su modo de ser, con su carácter. Porque las consecuencias de nuestros actos dependen del proyecto de vida que hayamos adoptado y que tratamos de cumplir.
  • Responsabilidad trascendente, «es decir, la que me permite cumplir la misión para la cual estoy en este mundo, siendo el concepto más central de la responsabilidad».
«En resumen, concluye Llano, debo ver cuál es mi misión en la vida y trazarme un proyecto de acuerdo con ella, ser consecuente a ese proyecto de vida, sustentar principios congruentes con mi propia naturaleza y responder por las consecuencias de mis actos en esos círculos concéntricos a los que antes hice referencia». Si aplicamos estas ideas a las responsabilidades de la empresa, probablemente seremos capaces de ampliar nuestro punto de vista, demasiado limitado ahora a la responsabilidad consecuente. Porque si omitimos las otras, no nos tiene que extrañar que nuestras acciones tengan resultados indeseados, o sea, sean poco responsables.

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