No me resisto a un comentario rápido de tres cartas al editor del Financial Times que aparecieron en la edición europea del 5 de diciembre. Una se titula «Morals and ethics have nothing to do with paying taxes» (aquí, en inglés); la segunda (aquí), «Psychologists find it just as taxing», y la tercera, «Debt is business – hence interest rates» (aquí).
La primera empieza diciendo: «El deber de pagar el impuesto de sociedades o sobre los beneficios de las empresas no debe ser nunca un deber moral o ético«. Y la tercera afirma que «la deuda es un acuerdo de negocios, no un acuerdo moral». ¡Oh! ¿En qué consiste la virtud de la justicia, aquella que, según los clásicos, nos lleva a dar a cada uno lo que es suyo, lo que le es debido?
No pretendo decir que los autores de esas cartas sean inmorales. Me parece que lo que están diciendo es que la gente paga impuestos o devuelve sus deudas no por razones morales o éticas, sino por aspectos más mundanos: evitar las sanciones y penas, cumplir la ley, quedar bien con la otra parte… Esto parece deducirse de una frase de la segunda carta: «La gente siempre trata de sortear cualquier sistema impositivo. El secreto está en encontrar unas reglas que consigan un equilibrio entre justicia, neutralidad económica y una gestión fiscal eficiente». O sea: la gente (mucha gente) no se plantea si pagar impuestos o devolver una deuda es un problema moral o no, sino que actúa con objetivos más pragmáticos –pero esto no es la ética, que es normativa, que dice lo que hay que hacer. Y el que trata de recaudar impuestos o cobrar deudas lo hará mediante medios técnicos, probablemente no con argumentos morales; como aquel sargento que mandaba «alto» a los soldados cuando llegaban a la pared, porque no estaba seguro de que le obedecerían en campo abierto.
Lo que no significa que la ética no sirva para nada. Primero, inspira las reglas jurídicas y fiscales (de ahí la necesidad de equilibrar la justicia, como dice la segunda carta), porque una sociedad que no la tenga en cuenta está condenada a sufrir grandes desequilibrios y conflictos. Segundo, porque los seres humanos actuamos no solo mirando los resultados económicos de nuestras acciones, sino porque hay cosas que «hay que hacer» aun en ausencia de razones legales o sociales. Y tercero porque, como he dicho otras veces, la ética nos pone en el camino de la excelencia; por tanto, una sociedad que quiera ser «excelente» deberá prestar atención a la justicia de sus instituciones.
El hombre es egoista por naturaleza y siempre va a tratar de sacar beneficio en cualquier circunstancia. Solo con ética la recaudación de impuestos sería, al final, nula, ya que empezaría a pagar una minoría que cada vez seria más pequeña. Hasta desaparecer por completo. Las leyes, y más que las leyes, las consecuencias de no cumplirlas ( las sanciones) son lo que nos hace pagar impuestos. Es triste pero es así.