Corrupción: examen de conciencia

Carles M. Canals escribe con este título en el suplemento Cataluña de Expansión, el 1 de marzo. Invita a hacer eso, un examen de conciencia sobre la corrupción, para evitar, entre otras cosas, «linchamientos» mediáticos que son, frecuentemente, injustos. Y me acordaba de lo que contestó Sócrates a los que le preguntaban qué era peor, sufrir la injusticia o practicarla. Su respuesta fue: practicarla es peor, porque la injusticia sufrida es como una mancha externa, que no te cambia, mientras que la injusticia practicada te cambia, te hace injusto. Querido lector: hoy, al final del día, si ha dejado ir la lengua para criticar a alguien porque «lo dicen los periódicos» o «ha salido en la tele» o «me lo ha dicho un amigo», póngase delante del espejo, mírese a la cara, y dígase a sí mismo: «soy un injusto; he hecho daño a otro sin otra justificación que el ‘qué dirán'». No es comedia: reconocer la verdad es el primer paso para ser justo.

Canals abunda en este examen de conciencia, al invitar al lector a preguntarse si ha copiado alguna vez en un examen, si siempre ha dicho la verdad en sus relaciones con la administración pública, si ha declarado siempre todos sus impuestos, si ha pagado el IVA en todas –todas– sus facturas, si ha utilizado relaciones de parentesco o amistad para conseguir un trato de favor injusto… Por supuesto, el periodista no pretende echar tierra encima de la corrupción: él mismo declara que su lema es «el que la hace, la paga». Pero nos está queriendo advertir que esa hipocresía de criticar a los demás y no querer ver nuestros propios errores no es la mejor manera de solucionar los problemas. Si hay mentira en nuestras actitudes, no podemos reclamar la verdad en la de los otros.

Últimamente, cuando me preguntan sobre «eso de la corrupción«, suelo decir que hay tres dimensiones del problema.

  1. Hay manzanas podridas en el cesto. Como explica Canals, siempre las habrá; lo que hay que hacer es quitarlas.
  2. El cesto pudre las manzanas; quiero decir, las reglas del juego y la cultura dominante inducen a la corrupción, y obligan a los que no quieren practicarla a ser heroicos. Aquí, claramente, la solución no está en quitar las manzanas podridas, porque todas las que queden acabarán echadas a perder; hay que cambiar el cesto.
  3. El huerto es el que pudre las manzanas. Es decir, la cultura y la ética –mejor, la falta de ética– de la sociedad es lo que invita a las manzanas a pudrirse, lo que nos lleva a aplaudir a los «listos» que roban, engañan y defraudan (¡ay, si yo tuviera una oportunidad así para solucionar mis dificultades económicas!), lo que permite a los corruptos a seguir actuando (por aquello del «tú más») y lo que nos lleva a las reglas corruptas que corrompen a las personas.

¿Pesimismo? No, claro. Las sociedades son como son. Pero pueden cambiar, y nosotros debemos contribuir a cambiarlas, cada uno según sus posibilidades. Esta noche, cuando se mire usted al espejo y se pregunte: ¿soy un injusto?, prométase también que mañana no lo será, y que a partir de hoy intentará ser un poco menos corrupto usted mismo, y que va a ayudar a los que están a su alrededor a que sean un poco menos corruptos ellos mismos. «Un poco», porque no conseguirá «un mucho». Pero piense qué resulta de 47 millones de pocos (somos aproximadamente los habitantes de España), repetido cada día. ¡Ah!, y mañana trate de cumplir lo que se ha propuesto hoy.

7 thoughts on “Corrupción: examen de conciencia

  1. Profesor,
    «El huerto es el que pudre las manzanas»
    Desde luego la metáfora no convence, pero me recuerda lo que dijo la primer ministra Thatcher sobre el concepto de la sociedad, tan citada por los laboristas para explicar los males del país: «la sociedad no existe», dijo, dando de entender que principalmente existe la responsabilidad individual. La verdad estará en otra parte, pero que el huerto pudra las manzanas me parece fuerte.

  2. Profesor,
    Decir que «Si hay mentira en nuestras actitudes, no podemos reclamar la verdad en la de los otros» estará en consonancia con la idea de «no juzgar a los demás», pero en el contexto político y social actual ¿no resulta paralizante?

    Si hay una mentira relativamente pequeña en mi actitud (que siempre la habrá) ¿quiere decir que no puedo reclamar nunca (más) verdad en la actitud de uno que dice unas mentiras enormes (que ya estamos viendo que los hay)? Ser pecador ¿quiere decir que no se puede reclamar la honestidad en los otros? (Siempre en el contexto político y social.)
    Muchas gracias.
    Stephen

    1. Que el huerto pudre las manzanas quiere decir que en nuestra sociedad hay actitudes muy generalizadas que invitan a conductas corruptas: la idea de que «yo en mi vida hago lo que quiero», «yo no debo nada a nadie», «yo no tengo la culpa de lo que pasa» y argumentos parecidos suponen que no podremos poner los medios para corregir las corrupciones de las personas (las manzanas) y las organizaciones e instituciones (el cesto). Seguiremos hablando de esto. Gracias por el comentario.

  3. Pues sí, mirarse al espejo regularmente siempre viene bien. Sucede que el sesgo de considerar que nuestros estándares morales son superiores a los de los demás nos hace tropezar con frecuencia y nos impide identificar virtudes ciudadanas, que de haberlas, las hay. El pesimismo es tan peligroso como la candidez.

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