Leo en Foro de la familia una breve entrada sobre «La insoportable levedad de la sociedad de la información» (aquí), por Juan Antonio Gómez Trinidad. Trata del «tema políticamente incorrecto de la búsqueda de la verdad por encima del relativismo social sofocante en que está inmersa la cultura actual», sobre todo entre los jóvenes (y no la han inventado ellos, sino que se la hemos proporcionado nosotros, los no-tan-jóvenes). «O somos capaces los educadores de transmitir la curiosidad intelectual, la capacidad de pensar con rigor, el pensamiento deductivo, las reglas de la investigación inductiva y el merecido respeto que hemos de tener a un pensamiento o a una investigación rigurosa, y saber distinguir lo opinable de lo que no lo es, o no será posible la enseñanza ni, a la larga, la propia convivencia».
«Una cosa es ser, en cierta medida, ‘un deudor insolvente de la verdad’, parafraseando a Javier Gomá, y otra muy distinta ser indiferente ante cualquier propuesta intelectual o cultural desde la actitud desdeñosa del ‘qué más da’ tan instalado en la cultura juvenil». «Enseñar a los jóvenes a mirar la realidad desde diferentes perspectivas es esencial para que entiendan el mundo complejo y la vez maravilloso que nos ha tocado vivir. Pero esa mirada poliédrica sobre la realidad no es la negación mutua de todas ellas, como pretende el relativismo (…) Si todo tiene el mismo valor, es lógico que muchos jóvenes se sitúen en el centro del universo con una actitud egocéntrica y antisocial que les impedirá cualquier compromiso personal».
En el IESE usamos habitualmente el método del caso, que es un magnífico instrumento para enseñar a pensar y a desarrollar capacidades. En el método del caso hay unas cuantas cosas básicas. Una es la distinción entre hechos (2+2=4) y opiniones (me parece que fulanito está nervioso). Otra, que las opiniones de los demás son necesarias para nuestro propio proceso de toma de decisiones; por tanto, necesitamos oír a los demás, a todos, porque cualquiera de ellos puede aportarnos aquello que ahora necesitamos.
Hace poco charlaba con una persona muy querida sobre este tema. Parece que hoy en día decir que «la verdad existe y hay que buscarla con ahínco» te deja fuera de toda posible conversación porque te convierte en totalitario y políticamente incorrecto. Sin embargo, sin un deseo inagotable por la verdad no puede haber conocimiento cierto, ni por tanto, educación, ni convivencia, ni futuro,…
Por eso me gusta leer y releer la encíclica «Caritas in Veritate» que hace pocó nos legó nuestro Papa Emérito.