Leí hace un tiempo un documento titulado «Es tiempo para el liderazgo moral» (aquí, en inglés), publicado por el Confidere Group, unos consultores de alta dirección sobre temas morales. Lo empecé con poca simpatía, lo reconozco, porque los enfoques animantes, optimistas, positivos en materia de asuntos éticos me suelen cansar. Pero en este llegué al final, y subrayé unas cuantas cosas, que me parecieron útiles para entender cómo tiene que actuar un directivo, un líder, que sea ético. He aquí algunas ideas:
«El componente básico del liderazgo moral es el código o la brújula moral: un juego de principios morales informados por una conciencia correcta, reforzada por una repetida actuación de acuerdo con esos principios». Los clásicos llamaban a esto principios, conciencia y virtudes. Si no se habla de esto, es como hablar de Hamlet sin mencionar el príncipe.
«Ese código de conducta moral está guiado por una conciencia cultivada, que se alinea con los valores humanos permanentes más que con un conjunto de códigos sociales de conducta ‘moral’ articulado por una cultura particular». Desconfíe de los principios éticos sometidos a la aprobación de un grupo social.
«Por desgracia, la adhesión al relativismo moral, que pone los ‘derechos’, ‘verdades’ y ‘valores’ del individuo por encima de sus responsabilidades sociales más amplias, ha expuesto la sociedad a un riesgo moral importante». Puede que todo el mundo sea muy bueno, pero no todos los principios éticos son correctos.
«Nuestra brújula moral debe apoyarse en una realidad contra la cual pueda ser medida o verificada. Un punto de partida sólido es la comprensión de lo que significa ser humano, y de lo que promueve el bien, o el florecimiento, de la persona humana«. Una ética refleja una concepción de la persona humana y, de alguna manera, la propone, o la impone. Si consideras que todo el mundo es mentiroso y vago, conseguirás llenar tu empresa de mentirosos y vagos.
«Lo que llamamos un código moral es, a menudo, un código de ética de la empresa o del sector, formulado en términos genéricos por otros, y no un profundo código moral personal que informa nuestras acciones. El primero es operativo, mientras que el segundo es tranformacional».
«Todos somos líderes en algún aspecto relevante, y por tanto debemos mostrar ahí nuestro liderazgo moral llevando a cabo elecciones sabias en un entorno moral (…) El liderazgo moral no es exclusivo de algunos pocos, o de los más destacados, sino algo que debe penetrar en las acciones de todos».
«Como el liderazgo debe ser ejercido en todos los niveles de la organización, los consejos de administración y los altos directivos necesitan establecer una clara estrategia y un compromiso para ayudar a las personas a cumplir no solo las obligaciones legales, sino también las morales. Y como las conductas fluyen de arriba a abajo, el compromiso con la corrección moral debe empezar en el consejo de administración».
El documento sugiere algunas preguntas, como: «¿Cuál es la verdad sobre esto? ¿Cuáles son los hechos? Esos hechos, ¿han sido presentados o discutidos? ¿Qué podemos apreciar, disfrutar o celebrar en esta situación o con esta persona? (…) ¿Es esta acción justa para todos los que están implicados? ¿Estamos actuando honestamente en este caso, o hay algo que estamos tratando de ocultar? ¿Estamos haciéndonos todas las preguntas, o estamos intentando evitar algunas de ellas? ¿Tratamos a las personas como seres con esperanzas y sueños, talentos y capacidades, o como meras unidades de producción? ¿Estamos haciendo algo que quita libertad a la gente, también libertad de elección, y la oportunidad de expresar sus opiniones sin miedo?»
Bastante claro todo. Pero qué difícil es hablar de moral y de justicia (también a los empleados) cuando tu principal cliente se acoge a la actual «ley» concursal y sus proveedores, la mayoría pequeñas empresas, comienzan un calvario cuyas repercusiones van más allá que la propia vida de las mismas…
Como dice el profesor Alejandro Llano: si alguien acepta que todo es relativo esto que afirma es relativo …