La ciencia económica está en crisis (II). Y más cosas también están en crisis

En una entrada anterior introduje la crítica que Jon Elster hace a los planteamientos de la ciencia económica vigente hoy –o mejor, a la dominante, porque hay muchas tendencias, más o menos ortodoxas. Ya hice notar que es una crítica a una manera de entender la ciencia económica, al modo de las ciencias de la naturaleza (de esto me he ocupado en otras entradas anteriores), pero también a la manera de llevar a cabo la investigación, a las universidades y a las revistas científicas.

Respecto de estas últimas, afirmar Elster que “podemos aprender más acerca del mundo leyendo periódicos de prestigio medio que leyendo revistas científicas de alto o de bajo prestigio. El bajo prestigio de estas últimas puede deberse a su carácter esotérico (neomarxistas, postkeynesianas, neoaustrícas), o a la ignorancia general (…) [En cuanto a las revistas de alto nivel], muchos de los artículos publicados en ellas carecen, de hecho, de valor. Para aprender algo del mundo, es mejor leer revistas en campos especializados, como Industrial Relations o Journal of Economic Development. Los académicos que publican en estas revistas mantienen su honestidad por algún tipo de ‘principio de la realidad’ que los teóricos de altos vuelos pueden tomarse el lujo de ignorar” (p. 22).

Las revistas generalistas de alto nivel, viene a decir Elster, se han convertido en silos a los que llega con dificultad la economía que conecta con la realidad. De hecho, abundan las críticas al control que los consejos editoriales y los revisores de artículos o referees llevan a cabo sobre algunas de esas publicaciones. Es interesante hacer notar que los economistas mencionados en la entrada anterior, que disputan con Elster, no entran en estas críticas, que podríamos llamar de “sociología de la economía”. A lo más, hacen afirmaciones como “no tengo objeciones a la crítica per se; es más, la crítica es la sangre de la ciencia, de modo que su ausencia generalizada de las principales revistas de economía también me preocupa enormemente” (Hendry, 2009, p. 2).

La crítica de Elster es dura, y quizás debería ser objeto de matizaciones –aunque entonces perdería al menos parte de su fuerza. Tampoco es Elster el único que formula estas críticas. Él denuncia que la manera de hacer economía en muchos departamentos de prestigiosas universidades puede llevar a un “equilibrio malo”, recogiendo la idea de los equilibrios múltiples, tan empleada en economía: ante el cambio en una situación, se pueden dar trayectorias distintas que llevan a equilibrios distintos, unos mejores y otros peores. La necesidad de fortalecer un departamento de economía puede llevar a cerrar filas acerca de una forma de hacer economía que dificulta el diálogo, la crítica y la apertura a otras ideas, modelos o disciplinas, lo cual sería un error, porque ese equilibrio acabaría siendo insostenible, en un momento de cambio científico. “Generaciones y generaciones de estudiantes, afirma Elster, aprenden teorías inútiles –y muchos de ellos son luego contratados para aplicarlas o enseñarlas” (p. 1).

Dejo la moraleja de estas dos entradas para otro posterior sobre estos temas.

 

En dos entradas anteriores presenté las crisis que Jon Elster hizo en 2009 en un artículo en Capitalism and Society. Las críticas iban dirigidas a los economistas, aunque las extendía también a los representantes principales de la ciencia política. Al final de la segunda entrada presentaba la tesis, defendida por Elster, de que la manera actual de hacer economía podía llevar a un equilibrio malo, una situación que resulta, de un lado, perjudicial para la ciencia económica, porque, de alguna manera, la protege de las críticas, que son siempre necesarias, y de otro, perjudicial también para las universidades en las que esa economía se practica.

Esto es así porque alrededor de ese equilibrio malo, se puede formar un círculo vicioso, en el que se establece que hay que hacer economía de esta manera, porque esa es “la” manera de hacer economía en esta universidad (un fenómeno de socialización, muy frecuente en muchos ámbitos), y porque, además, esa es “la” manera correcta de hacer economía, entre otras razones porque abrir el paradigma a nuevas ideas, procedentes, por ejemplo, de otras disciplinas o de posiciones heterodoxas, conduciría al caos.

En efecto, llevaría a perder la identidad ante otras disciplinas (si dejamos que los psicólogos se hagan cargo de las funciones de preferencia, estaremos a merced de sus supuestos que, por otro lado, no coinciden con nuestra manera de entender la racionalidad humana). O supondría abrir la economía a una mezcla con la ideología, de modo que dejaría de ser una ciencia objetiva. O acabaría haciendo de los economistas unos heterodoxos dominados por ideas políticas, no científicas.

Y un joven estudiante de doctorado debe hacer economía de esta manera, porque de esto depende que sus artículos aparezcan en las mejores revistas, lo que será, en definitiva, el criterio principal para su contratación, para sus promociones y para los premios a los que puede aspirar (Elster, p. 20). Y cada vez será más difícil romper ese círculo.

Y las universidades, claro, tendrán que cerrar filas detrás de ese modelo, porque así es como se hace ciencia económica; porque la clave en una universidad es la investigación, no la docencia ni otras funciones sociales, muy prestigiadas en el pasado, pero ahora desdibujadas. Porque los rankings de universidades se hacen con unos criterios que favorecen este sesgo, principalmente la posición de sus investigadores de acuerdo con los artículos publicados en revistas de alto nivel.

Hace unos meses, Peter Temin contaba en un paper, con motivo de su jubilación en el Departamento de Historia Económica del MIT, la evolución de ese departamento, de una gran brillantez hace unos años a su desaparición ahora. Nadie hará ahora historia económica en esa universidad, y será muy difícil que alguien vuelva a intentarlo hasta dentro de muchos años, quizás cuando las modas cambien. Eso sí, se hará economía de alto nivel, de acuerdo con los criterios mencionados antes.

Sospecho que esa vía la han tomado también otras universidades, también en España. Y lo entiendo: si queremos que nuestras universidades se homologuen con las de primer nivel extranjero, copiemos su modelo. Y copiémoslo con fidelidad absoluta, porque, si no, nunca seremos como ellos. El resultado es el que Elster critica.

No pretendo ser catastrofista sobre el estado actual de la ciencia económica, y ya he dicho que las afirmaciones de Elster deben ser matizadas. Pero en una próxima entrada me atreveré a hacer algunas sugerencias al respecto.

One thought on “La ciencia económica está en crisis (II). Y más cosas también están en crisis

  1. Al provenir de un país con pocos habitantes (Perú) tengo la suerte de ver más de cerca los problemas de este tipo por haber sido profesor en la PUCP (ex P de pontificia, porque le han retirado ese honor hace un año) y haber visto el problema que usted menciona en economía y otros campos del saber. Hay una gran injerencia política que proviene, seguramente, de colocar gente “allegada” según acuerdos de guerra que ya todos han olvidado menos ellos, y que deben ser “respetados”. En mi caso se trata de la guerra con Chile (1879) y tuve la oportunidad de trabajar allá. Me encontré con una calle y una avenida con el nombre de ex-presidentes peruanos, que hasta los mismos chilenos pensaban que habían sido presidentes de chile en algún momento de su historia.
    JAPL (Juan Antonio) decía que lo que hace la diferencia entre la unidad y la complicidad es lo mismo que diferencia la virtud del vicio. En la unidad se da preferencia al ejercicio de las virtudes, que crecen como sistema, todas juntas y las poseen los que las ejercen unos más de unas y otros más de otras. Pero en el caso de la complicidad crece el vicio y se hacen más viciosos los cómplices. Esa es la diferencia entre la institucionalidad y la barbarie.
    Gracias por tenernos tan bien informados. Saludos.

Comments are closed.