La errónea obsesión de proteger a las instituciones financieras

Vuelve a ser John Kay quien nos habla ahora de que «El mundo debe aprender a enfrentarse a la realidad del fracaso«, en el Financial Times del pasado 30 de julio (aquí, en inglés). El origen de su artículo es la identificación por el Financial Stability Board de nueve compañías de seguros internacionales calificadas como «globalmente sistémicamente importantes». O sea, demasiado grandes para dejar que caigan.

Kay hace notar que la quiebra de un banco puede ocasionar una catástrofe financiera internacional, por el pánico que puede provocar en los inversores, y la de una compañía eléctrica, porque podría dejar sin suministro a muchas personas y empresas. Pero no pasa nada realmente importante porque una compañía de seguros tenga que acogerse a la ley de quiebras para gestionar tranquilamente su cierre. Esto lo vemos cada día en empresas de todo tipo, no sistémicamente importantes, y no pasa nada, porque hay mecanismos de acción colectiva, privados o públicos, que se hacen cargo de sus clientes.

«Lo que hace falta, dice Kay, es un sistema de resolución de los problemas de grandes empresas, sea cual sea la industria en que operan (…) Lo que no es necesario, y hay que resistirse a aceptarlo, es el desarrollo de un sistema de regulación de grandes empresas que se dirija a reducir o eliminar la probabilidad de su posible quiebra comercial. Los reguladores no tienen la competencia ni la autoridad política para poner en marcha un sistema como ese, y el intento de hacerlo trendrá dos consecuencias: el anquilosamiento de la industria, dominada por las empresas que están dentro de él, y el uso repetido de fondos públicos para sostener a las empresas en dificultades». Y de eso ya sabemos algo en este país.

Y añadiría que los políticos deben tener las agallas de oponerse a los intentos de los grupos de presión que tratan de hacerles actuar de esa manera.

3 thoughts on “La errónea obsesión de proteger a las instituciones financieras

  1. Yo lo veo igual creo que no tendrían que proteger tanto a las instituciones financieras, bastante mal lo están pasando otras personas, a esas personas y empresas que lo pasan man si que les deberían de proteger

  2. Supongo que habrá alguna de estas empresas tan grandes que «no pueden quebrar» (sistémicas se dice), pero intuyo que son mucho menos de las que se nos dicen. Las cajas en Catalunya y España (antes de la obsesión de los políticos para empezar a fusionarlas y empeorar el problema), que hubiera pasado si hubieran quebrado? Pues no peor que el resultado no quebrando…
    Vaya, que creo que no todo es tan «sistémico», sino más bien de intervencionismo político donde sería más saludable que mandará la ley del mercado
    marti monras

  3. La perestroika fue un gran ejemplo de estos casos. No se trata de hacer una apología del mercado porque tampoco sería correcto. En todo caso de un mercado «ampliado» a la eficiencia y consistencia que, como no pueden medirlas, ya que no existen mecanismos del mercado (reguladores) capaces de regular los aprendizajes operativos y menos aun los morales, serían utópicos.
    Ahora mismo, en Lima, hay una balacera inexplicable en Gamarra. Zona de emprendedores jóvenes y populares que ofrecen «trapos» de gran calidad a un precio irrisorio: por ejemplo tres polos por 2,5 euros y repito, de gran calidad (algodón peruano y confección de primera). Desde hace unos años, inexplicablemente también, capitales colombianos se han empezado a apoderar de los negocios limeños. Inexplicablemente también, coincide que Perú pasó al primer lugar de producción de cocaína, dejando a Colombia en segundo lugar. Los controles de lavado de dinero, desaparición de pozas cocaleras, etc.; han aumentado en ese país y han disminuido en Perú. Y la violencia, inexplicablemente también, se ha radicalizado en Perú y viene disminuyendo en Colombia.
    De nada sirve el mercado, ni los reguladores. El problema es la institucionalidad no basada en las virtudes (inconsistencia) sino basada en los vicios (complicidad).
    Muy buena entrada, profesor. Gracias.

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