Leer a los clásicos siempre es útil, aunque sean clásicos tan actuales como Arnold Harberger. De él escribí ayer, a propósito de una entrevista que publicaron en The Region en marzo de 1999, que yo había leído hace años y que redescubrí hace pocos días. Ahora quiero sacar algunas ideas de las preguntas que le formulan sobre el crecimiento económico.
Harberger explica que el crecimiento es cuestión de varias cosas: más población activa, más capital humano, más capital físico y lo que llamamos la productividad total de los factores, que él prefiere llamar la reducción de costes reales, «porque es algo que los empresarios de todo el mundo entienden». ¡Claro! Y eso debe ser el núcleo de las reformas que necesita nuestra economía. Porque, claro, la reducción de los costes reales de producir y distribuir será la clave de la recuperación económica, más allá de la devoción que ahora manifiestan nuestros políticos y economistas por los aumentos de la demanda (financiados por la señora Merkel, claro, porque aquí no tenemos mucho dinero).
Harberger señala que «la reducción de los costes reales es altamente desigual entre industrias y entre actividades». Y añade que esto ocurre también entre empresas, sobre todo al principio, porque «encuentras algunas cuyos costes reales unitarios bajan (su productividad sube) y otras en que suben (su productividad baja)». Lo que me sugiere que no estamos ante procesos definidos, más o menos deterministas: son, más bien, acciones concretas de empresas concretas, que saben aprovechar las oportunidades que les ofrece un cambio en su entorno, sea natural, sea de política económica. Y lo que deben hacer los políticos, en la actual fase de nuestra economía, es poner a muchos emprendedores ante la oportunidad de reducir sus costes reales.
Con palabras de Harberger, «en política económica hemos de procurar que sea fácil para la gente percibir las oportunidades de reducir los costes reales. Y para ello hemos de luchar contra la inflación, que desdibuja sus percepciones, y contra las distorsiones de los mercados. Y luchar por unos mercados más abiertos y una competencia más libre, porque esto acelera el proceso de implementación de las reducciones de costes y aporta beneficios para los consumidores. Y también hemos de proporcionar el marco institucional (leyes, contratos, derechos de propiedad, etc.) y un entorno macroeconómico (estable y ampliamente predecible) que aliente el rápido ajuste del stock de capital en respuesta a las circunstancias cambiantes».
Lo dicho: leer a los sabios siempre es útil…
Las distorsiones son reales. La matemática hipotetiza esa realidad, que, al ser económica es más que solo un número. Si no sabe de donde vienen esos números siempre habrá distorsiones «imprevistas». Entender el ciclo y la justicia como gráficas estadísticas (en física se llama mecanicistas) conlleva esas distorsiones.
Un ejemplo muy claro es el de la sincronía que nunca se estudia previamente a una decisión: quién fallará, por qué fallará, qué plan de contingencia económico tenemos a mano. Y todo esto es solo la parte «monetaria» (matemática) del asunto, que siempre, por ser fruto de acciones humanas, es mucho más.