Los valores se pueden cambiar (III)

Tercera (y última, por ahora) entrega, como consecuencia de la conferencia que di hace unos días ante el Grupo Catalán del Club de Roma sobre «¿Qué podemos hacer con los valores de nuestra sociedad?». Ahora haré unos comentarios breves sobre cómo desarrollar los valores en las organizacionesempresas. Idea previa: una empresa con valores (me refiero a valores éticos) es, probablemente, una buena empresa, bien gestionada, porque es capaz de crear una atmósfera interna y externa favorable a la confianza, a la participación, a tener en cuenta las consecuencias de las decisiones sobre todos los stakeholders, a pensar en el largo plazo, etc. Otra idea previa: los valores de la empresa no tienen porqué coincidir con los de sus directivos y empleados, porque la empresa es algo más que la suma de sus miembros, ya que tiene una cultura propia, una estructura, unas reglas de funcionamiento y unas rutinas que hacen que las interacciones de las personas no sean tan sencillas como entre uno y sus amigos o una madre y sus hijos. Los empleados pueden ser muy tolerantes, pero las normas de la empresa pueden convertirla en un modelo de intolerancia, porque, de acuerdo, yo estoy dispuesto a tolerar a los que no piensan como yo, pero la empresa puede no estar dispuesta a que haya en ella voces discordantes. Por eso es importante que los valores permeen toda la estructura, las normas y la cultura, que estén presentes en su estrategia, en sus políticas y sus decisiones diarias. Particularmente importantes son los incentivos (como decía un profesor de Harvard, Kenneth Andrews, hace ya muchos años, «al final la gente hace aquello para lo que le pagan», no aquello que figura en la misión publicada en su website). También son importantes los criterios y procedimientos de evaluación de la conductas (¿me pagan por vender más, sin preguntar cómo lo he conseguido, o quieren que, además de vender, lo haga de manera limpia y colaborando con clientes y colegas?). Y muy importante también, cómo reacciona la empresa ante los conflictos y fallos: ¿echando tierra encima, o tratando de descubrir lo que ha pasado? Comunicación e institucionalización, también: que no dependa todo de la buena voluntad de un directivo, que mañana puede cambiar por otro. Compromiso de todos, empezando por la alta dirección, e implicación de todos, porque todos tienen algo -mucho- que decir en materia de valores y de su cumplimiento. Alinear los valores y las prácticas; revisar las estructuras, procesos y políticas, para ver si hay algo que no coincide con los valores. Dejar espacios de libertad, para que la gente se moje sin ganarse una bronca cada vez que lo haga. Transparencia. Controles efectivos para detectar los fallos. Y, para acabar, especial atención a las políticas de dirección de personas, que son las que, en definitiva, acabarán configurando los valores de la organización -aunque no son lo único que actúa en ese ámbito. Bueno, solo unas ideas para ir pensando. Quedan por cambiar los valores de la sociedad, pero ya he aburrido demasiado al lector; los dejo para otra ocasión.