Hace unos días hice una excursión a la ética personal, para intentar explicar el título de esta entrada: la ética no se aguanta por sí sola. Quiero decir: «has de ser ético» es una frase bonita, pero no se aguanta por sí sola: ¿por qué he de ser ético? La explicación que di en la entrada anterior tenía que ver con la felicidad personal. Pero, ¿cómo les digo a mis accionistas que la empresa que yo dirijo debe ser ética? ¿Porque esto me hace feliz a mí? Pero ellos no me han contratado para que sea feliz. ¿Porque esto hace felices a los accionistas? No creo que esta idea les motive mucho.
¿Cuál sería el equivalente a «ser feliz», de modo que los accionistas lo entiendan? Para el directivo me parece que podría ser algo así como «ser un directivo excelente». En el fondo, eso es lo que pensaban los filósofos clásicos cuando hablaban de la felicidad humana: el máximo de lo que uno puede conseguir, o mejor, estar en camino de ser siempre una mejor persona, una persona excelente. Pues esa es la idea: un directivo excelente es un directivo ético.
Lo que no significa que gane mucho dinero. Ni que le den premios a la excelencia directiva. Ni que sus trabajadores le aplaudan cuando entre en la fábrica. La excelencia es otra cosa. Y no es algo que se consiga de una sola vez. Y admite avances y retrocesos. Y, como dije en la entrada anterior, solo se entiende cuando uno se pone a intentarlo: la teoría no sirve; todas las promesas que le hagamos no le moverán hasta que se decida a tratar de ser excelente.
Vale. Eso de ser un directivo excelente ya resulta más atractivo, ¿no? Y es una buena razón, profunda, sólida, para intentar ser ético, una razón que se aguanta por sí sola: ¿por qué quieres ser un directivo ético? Porque quiero ser un directivo excelente.
Pero aún nos queda un paso más: ¿qué quiere decir que una empresa es ética?
Pero queda al albur de lo que cada cual entienda por excelente. Es el mismo problema que con la felicidad. Hay personas a las que les hace felices manipular a otras.
wow