No quiero ser pesado, pero vuelvo sobre el tema del papel de la empresa en la sociedad. Sirva como excusa mi articulo «La empresa en la sociedad» que publiqué en El Periódico el pasado jueves día 13 de marzo. En él parto, como suelo hacer, de esa definición de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) que dio la Comisión Europea en 2011, y que tanto me gusta: «la responsabilidad de la empresa por sus impactos en la sociedad».
Como siempre, procuro ser optimista y positivo. Evite los impactos negativos, digo. «Es muy difícil», me contesta el lector. Ya lo sé: haga lo que pueda. Pero no le acepto que me diga que no puede si primero no hace un buen análisis de sus impactos, de cómo perjudican a sus stakeholders y de cómo podría evitar esos impactos. El lector ya sabe que buena parte de la RSC consiste en tener la buena voluntad de intentar hacer lo que uno pueda hacer.
En cuanto a los impactos positivos, claro, el lector se subleva: ¿qué quiere que haga? ¿Que resuelva todos los problemas del mundo? ¿Quién se ha pensado que soy yo: un multibillonario, la Madre Teresa de Calcuta…? No, le respondo yo. Y le recuerdo que el directivo de una empresa tiene que conseguir tres tipos de resultados: económicos (sin eso no hay empresa), sociales y psicológicos (las personas que están en la empresa o que se relacionan con ella tienen derecho a estar a gusto y a aprender, y usted necesita que lo hagan porque, si no lo hacen, su empresa no tiene futuro), y éticos (al menos, que no les resulte difícil comportarse de manera moralmente satisfactoria, y de nuevo esto le conviene a usted porque, si no lo hacen, se deteriorarán como personas, deteriorarán a las demás y esto acabará mal, créame. Y, lo más importante: si ellos se deterioran como personas es porque usted ya se está deteriorando como persona).
Casi siempre, cuando digo esto, hay alguien en la audiencia que me pregunta en qué mundo vivo. En el nuestro, claro, un mundo imperfecto, muy imperfecto, pero no tenemos otro. Y si no intentamos hacerlo mejor, esto acabará mal, como acabo de decir. Y acabo el artículo recordando al lector que también sus hijos son quizás perezosos, desordenados y están muy lejos del ideal, pero que son sus hijos y, por tanto, lo que ha de hacer es conseguir que se vayan aproximando el ideal. Pues lo mismo, digo, en el caso de su empresa. El «esto no es realista» es una manera de escurrir el bulto: comodidad, miedo, cobardía, incompetencia… (añada el lector los calificativos que faltan).
Felicidades Antonio, no me pierdo ninguna publicación tuya.
Estamos en un proceso de cambio permanente y no es fácil adaptarse.
Nuestros hijos están perdiendo los valores, si es que queda alguno en que sostenerse.
Pero está claro que cada uno de nosotros debe poner ese granito de valor, de orden, de reflexión,
de personalidad y autenticidad en cada uno de los entornos en el que nos movemos.
En todo caso, esto es un kaos. Y que se consigan esos 3 tipos de resultados en las empresas más los éticos, parece todo un imposible.
¿En qué mundo vivo?
La pregunta del millón Euros o Valores
Javier, no puedo estar más de acuerdo contigo.
Gracias por el artículo.
Qué lúcida entrada. Inspira respeto. Particularmente creo que los resultados económicos de las empresas se miden en dinero y tienden a maximizarse y ahí está el error. Para empezar, «medir» los resultados matemáticamente ya es una aproximación concausal (a las 4 causas me refiero) insatisfactoria aunque sea productiva. Lo que pasa es que los motivos personales más importantes como conocimiento y ética no pueden medirse con dinero. Es una forma que resultó útil cuando LPolo no había nacido. Ahora ya sabemos que ese producto del logos (lo numérico) solo puede medir el sincronismo que no es poco. Más bien es tan útil que sirve para «crear» artefactos y aprovecharlos para generar trabajo. Lo lamentable es que se le «eleve» hasta niveles a que no corresponde elevar, pues no pueden medirse los inventos y las conductas de ese modo. Las artes y ciencias como las virtudes, solo puede medirlas quien las tiene mayores. Feliz día y gracias por tenernos actualizados.