Sigo dando vueltas a cosas leídas en el Financial Times en las últimas semanas; ahora, una larga entrevista al premio Nobel de Economía, Edmund Phelps, publicada el 14 de junio de 2014. Phelps, de quien aprendí muchas cosas, con sumo gusto, en mis años de profesor de macroeconomía con alumnos de tercer o cuarto año de carrera. Phelps trabaja ahora sobre innovación, creatividad y temas similares. Ha abandonado la economía formalizada, matematizada, y se dedica a temas más, digamos, humanistas. Prueba de sabiduría, me parece (quizás porque es lo que he hecho también yo).
«El estado de Europa, dice Phelps, no se describe simplemente por la crisis financiera, sino que se debe también a la pérdida de la capacidad innovadora que ha tenido lugar a lo largo del tiempo. Durante un tiempo esto no era patente, porque Europa recibía la tecnología de los Estados Unidos. Pero el crecimiento de la productividad en Estados Unidos también ha caído desde los años 1970. Y ahora Europa vive de tiempo prestado«.
Estoy de acuerdo, porque eso ocurre también en otras muchas facetas de la vida, a pesar de que podemos encontrar magníficos ejemplos en contra que, como toda excepción confirman la regla: Europa está en decadencia, también en lo que se refiere a la innovación ecoómica y productiva.
Y Phelps atribuye esto, entre otro factores, a que la gente ya no se divierte haciendo cosas innovadoras. En la entrevista, centrada en su libro Mass Flourishing de 2013, el premio Nobel explica muchos casos históricos de cómo la gente lo pasaba bien poniendo en marcha un negocio, o tratando de encontrar medios de hacer mejor las cosas, incluso en medio de circunstancias tan duras como las de la Gran Depresión. Claro que es importante el avance de la ciencia, pero ya dice Phelps que eso no es todo.
«Mi argumento es que ahora se ha reducido el deseo y la capacidad de innovar, y que esto penetra también en las industrias creativas». Achaca esto a una pérdida de ciertos valores, y al peso de las grandes empresas, que son eminentemente conservadoras, empezando por las del sector financiero. La oportunidad de ganar dinero maniobrando sobre el gobierno, o reduciendo la competencia de los recién llegados, «distrae a los ejecutivos de la tarea innovadora».
No podemos esperar que un investigador en una Universidad con pocos medios, dedicando poco tiempo, de forma discontinua, alcance los mismos resultados que podría conseguir si estuviera en otra Universidad, rodeado de investigadores con Premio Nobel, y trabajando de forma continuada e ininterrumpida.
La inspiración y el clima social son imprescindibles, pero sin los medios materiales donde sostenerse, me parece que es muy difícil que lleguen a concretarse en innovaciones, ni tecnológicas, ni económicas.
El concepto de innovación es inabarcable. Sin duda está condicionado por el clima social, pero no nos olvidemos del grado de competencia de los mercados y, me parece que tampoco convendría menospreciar la situación personal de quienes intentan desarrollar las innovaciones.