No he hecho una buena recomendación, porque los economistas solemos ver la realidad a través de los modelos. Pero me ha gustado un comentario de John H. Cochrane en su blog, titulado «Macro debates, the op ed» (aquí, en inglés). Y es que, desde hace una temporada, sobre todo a raíz de la crisis reciente, tengo mucho miedo a las visiones «filtradas» por un modelo.
Cochrane, de la Universidad de Chicago, parte de la evolución reciente de la economía americana: la pérdida de un 10% del PIB real a raíz de la crisis, y la anémica recuperación, que le preocupa, dice, porque sin crecimiento nuestros hijos y nietos no tendrán la mejora del nivel de vida que nosotros disfrutamos, nuestros gobiernos no podrán pagar la elevada factura de nuestra salud y nuestras pensiones, los menos afortunados nunca recuperarán sus oportunidades y la potencia económica y militar norteamericana seguirá disminuyendo.
Suena familiar en España, ¿no? ¿Y por qué es bajo el crecimiento? Cochrane pasa revista a los argumentos de los Nuevos Modelos keynesianos: es un problema de falta de demanda, que debería arreglarse con políticas monetarias y fiscal expansivas.
No resulta, dice Cochrane, aunque se recurra a soluciones de política que califica de «mágicas», como confiar que el gasto del gobierno recupere a la economía, se financie como se financie, o confiar en la «falacia de las ventanas rotas» -ya sabe el lector: es bueno que alguien rompa las ventanas, porque esto estimula la demanda… aunque, claro, nadie explica lo que se dejará de comprar cuando se tengan que pagar los vidrios rotos.
En todo caso, dice, «los modelos que quizás acabarían funcionando no son capaces de generarlos millones de millones de dólares de gasto público que harían falta» para que la economía recuperase su crecimiento. La alternativa no está en el lado de la demanda, sino en el de la oferta.
La oferta no causó la crisis, pero sí dificulta la salida de la misma: la pérdida de capital humano tras cinco años de paro, la incertidumbre creada por los políticos, que hace que nadie se decida a llevar a cabo proyectos de largo plazo por temor a que un cambio fiscal o regulatorio le deje en la ruina, la existencia de impuestos distorsionadores y regulaciones invasivas, los desincentivos no deseados, pero reales, de los programas sociales…
Y concluye que hace falta mucho trabajo para arreglar la legislación fiscal, el sistema regulatorio, el proteccionismo anticompetitivo y antiinnovativo, la educación, la inmigración, los desincentivos de los programas sociales, etc. «Esto requiere reformas estructurales, no estímulos». Ya se ha dado cuenta el lector de que yo no me refiero a Estados Unidos, o solo a Estados Unidos.
En todo caso, vendría bien que nuestros expertos dejasen de mirar los paquetes de ecuaciones que usamos en las universidades y empezásemos a interesarnos por lo obstáculos reales, sólidos, duros, que frenan nuestro crecimiento.