Se ha puesto de moda decir que las finanzas son un cáncer de la economía y de la sociedad occidental. Puede que sea así, y que las actividades financieras tengan algo, o mucho, de responsabilidad por lo que nos ha pasado en los años de la crisis (y en los anteriores, claro, que es cuando se fueron incubando los problemas). Pero me parece que “demonizar” las finanzas no es una buena idea: es injusto y, probablemente, nos llevará a conclusiones equivocadas sobre lo que nos ha pasado. Y toda corrección basada en una concepción equivocada acabará haciendo daño.
Las finanzas son actividades buenas muchas veces, malas otras, como casi todo en la vida de los seres humanos. En su libro Finance and the Good Society, el Premio Nobel de Economía Robert J. Shiller definía las finanzas como “la ciencia de la arquitectura de los objetivos, de la estructuración de los acuerdos necesarios para conseguir un conjunto de objetivos y la gestión de los activos necesarios para conseguirlos” (p. 6). Los objetivos pueden ser construir un hospital, reunir los medios para fabricar automóviles, comprar una vivienda, financiar los estudios universitarios de un hijo o asegurar una pensión. En todos esos casos hace falta una gestión financiera para conseguir ese fin que, obviamente, no es económico.
Las finanzas son actividades humanas. Y, por tanto, pueden ser moralmente correctas o no. En la crisis reciente hemos podido reunir un formidable inventario de conductas inmorales en el ámbito financiero: codicia, imprudencia, abandono del sentido de responsabilidad personal, injusticia, falta de profesionalidad, fraude, manipulación, mentira, engaño, cobardía, orgullo, prepotencia… Claro que no hace falta entrar en un banco o un hedge fund para encontrar todo eso; con un poco de sinceridad por nuestra parte, todos tendremos que admitir que algo de eso hemos hecho también. Y, al propio tiempo, podremos señalar también a muchas personas que trabajan en las finanzas, y a muchas instituciones financieras, a las que no se pueden achacar esas conductas inmorales.
Que la crisis financiera tiene causas técnicas, económicas y políticas es algo claro. Que también tiene causas éticas me parece bastante obvio. Es verdad que ese inventario de vicios es tan antiguo como la humanidad, de modo que no pueden ser, ellos mismos, “la” causa de la crisis, porque una causa que está presente durante milenios no puede explicar, por sí sola, una crisis puntual. Además, la sociedad ha creado mecanismos de defensa contra esas conductas: manda a la cárcel a los defraudadores, quita la vivienda a los insolventes, estigmatiza a los quebrados…
Quizás lo que ha fallado en los últimos años es que esos mecanismos de defensa no han funcionado bien. Ha habido mecanismos de transmisión y contagio de esas conductas, que han reducido la capacidad social de hacerles frente. La “euforia” de los primeros años de la década del 2000 es un ejemplo de cómo se han reducido los estándares morales: aceptación de apalancamientos inverosímiles como “lo más natural del mundo”, actitudes de “tonto el último”, aprobación de “la codicia es buena”, disfrutemos de la casa y cuando nos la quiten ya buscaremos otra…
Claro que todo esto suena a música celestial, si no somos capaces de identificar cuáles son esos cambios sociales que se han producido. Pero esta entrada está resultando ya muy larga, de modo que lo dejaremos para otra ocasión… Eso sí, les anuncio que hablaremos de la eficiencia.
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Como ya usted insinúa, profesor, son dos temas distintos: la eficiencia y la consistencia. Las virtudes afinan la consistencia, pero los números afinan la eficiencia. Ese es el quid. No se manejan bien los números porque no se entienden los números «complejos» (sincronía productiva). Los que «sufren» para entender las matemáticas financieras DIFÍCILMENTE PONDRÁN ESFUERZOS EN ENTENDER MEJOR LOS NÚMEROS, que lamentablemente, para una empresa, son complejos pues se refieren directamente al sincronismo. Pero es más, pues la sincronía inter-empresarial requiere más sincronía, es decir, números complejos más amplios y uso de modelos econométricos superiores a los actuales (que no es que sean malos).
Son las dos cosas: números y virtudes. Saludos.
Antonio: Si a los vicios mencionados los llamamos virtudes, se va justificando una visión reduccionista de la Economía, direccionada hacia «los más fuertes». Se destruye el sistema productivo, se distorsiona el distributivo, con una hipertrofia del sistema de consumo para satisfacer el excesos de los «accionistas». «Los de arriba» van «tironeando» el sistema hasta que se corta el hilo conductor , se cortan las raíces productivas, y por la fracturación de los subsistemas,laqs instituciones se «autonomizan» como las esquirlas de una bomba racimo. Pienso que la solución es volver a la «salud económica», buscando una nueva armonía o equilibrio de las partes, considerando que la empresa es una comunidad de personas, que sale adelante «entre todos». Si volvemos a «humanizar» la empresa y el sistema económico con humildad(realismo) volverá a estar al servicio de la Persona Humana, y no las personas instrumentalizadas al servicio de la economía.
Don Antonio:
Me parece que el rol de las finanzas es la crisis es que esta disciplina ha actuado como teoría de la empresa, es decir, la racionalidad de empresa más difundida hoy corresponde al enfoque de las finanzas: la empresa es un conjunto de activos y pasivos que deben ser manejados de forma de maximizar los flujos con el fin de maximizar la riqueza de los accionistas.
El error radica en que se aplica la lógica de una técnica, que por definición es parcial, para construir una explicación del por qué y para qué de una realidad (la empresa) que es mucho más amplia. El resultado es que se termina tratando a las personas implicadas en la empresa (empleados, clientes, proveedores) como si fueran activos, cosas. Es decir, se ha empleado una técnica para crear una teoría de la empresa.
Gracias, Gastón. Hablaré de este tema más adelante, en esta misma serie sobre la ética de las finanzas. Un abrazo,