Los Comentarios de la Cátedra son breves artículos que desarrollan, sin grandes pretensiones académicas, algún tema de interés y actualidad sobre Responsabilidad Social de las Empresas
En las últimas semanas ha habido una discusión en las redes especializadas en Responsabilidad Social (RS) acerca de una presunta enfermedad, debilidad, crisis, cansancio o incluso muerte de la RS en España (ver referencias a artículos de Antonio Vives aquí y aquí, de Perla Puterman aquí y aquí, de Elena Valderrábano aquí, de Ramón Jáuregui aquí, de Carmen Martí aquí… y seguramente hay otros: perdón por las omisiones). Llego tarde al debate, pero todo hace pensar que no está acabado, de modo que no aún puedo decir algo sobre él.
No tengo una postura definida sobre la supuesta crisis de la RS, ni un diagnóstico claro sobre lo que nos pasa. Estoy de acuerdo con la tesis de Antonio Vives: la RS no está frustrada o atormentada; quizás somos nosotros, los que nos dedicamos a ella como directivos, empleados, académicos, expertos, consultores o divulgadores, los que estamos cansados o desorientados. En todo caso, hay muchos motivos para alegrarnos de lo que se ha hecho, y debemos seguir trabajando con ilusión y ganas renovadas. Si el debate sirve para conseguir esto, me parece que habrá sido un éxito.
A algunos parece preocuparles el hecho de que no estemos de acuerdo en qué es la RS y cómo se define. Pero es algo inevitable entre personas que proceden de entornos, culturas e intereses distintos. Pero tengo la impresión de que sí falta un debate suficientemente abierto, “a calzón quitado”, sobre los aspectos “fundamentales” de la RS. Me encontré con algo parecido en mi anterior “reencarnación” –en la que todavía sigo-, en el mundo de la en ética de la empresa. Al principio, en los años ochenta, como casi nadie hablaba de ética, me parecía bien que otros lo hiciesen, aunque no entendiesen por ética lo mismo que entendía yo: estábamos sembrando, despertando inquietudes, y me parecía bueno que las empresas se interesasen por el tema, sin importar quién fuese el predicador y cuál su mensaje concreto. Con el paso de los años resultó evidente que hablábamos de cosas distintas, de modo que, cuando charlaba con algún colega, era inevitable preguntarme si estábamos hablando de lo mismo o no.
Si lo que acabo de decir es verdad, parte de nuestro desconcierto puede provenir de una cierta incomodidad a la que nos enfrentamos cuando, utilizando las mismas palabras, estamos refiriéndonos a realidades diferentes. Por eso he dicho más arriba que hace falta un debate en profundidad sobre qué es la responsabilidad social, un debate que tendrá que remontarse a una discusión sobre qué es la empresa, qué es dirigir y qué papel tienen las empresas en la sociedad y otros temas próximos. Porque si uno sostiene que el objetivo de la empresa es la maximización del valor económico para el accionista y otro opina que es la maximización del valor social para todos los stakeholders, ya podemos hablar sobre RS que estaremos definiendo de manera distinta la R, o sea, cuál es o cuáles son las responsabilidades de la empresa –lo que dependerá también de si la definimos como una comunidad de personas, un conjunto de derechos de propiedad, una función de producción o una creación del Estado.
Insisto en que la discrepancia acerca de qué es la RS no debe causar traumas o complejos –salvo entre aquellos que no quieran entrar en el debate por razones ideológicas o porque se sienten inseguros sobre sus puntos de vista: si otro tiene una manera de entender la RS que no coincide con la mía, y ambos lo sabemos, podemos ir del brazo y trabajar juntos durante un buen trecho, y separarnos cuando nuestras interpretaciones particulares discrepen.
También puede ocurrir que nuestra concepción particular de la RS conduzca a una vía sin salida: si tratamos de cambiar la realidad de la empresa a partir de unos supuestos equivocados, nuestras propuestas de mejora no darán los resultados esperados, como el enfermo que sigue el tratamiento correcto para una enfermedad que no es la que tiene. Esta puede ser, en algunos casos, la causa de aquel cansancio y desánimo con la RS.
Bueno, me he extendido demasiado en lo que es solo la introducción de mi participación en el debate, de modo que lo dejo para otro día. Pero volveré.
Definir algo con palabras es quedarse en lo abstracto (en el límite mental diría el profesor Polo), profesor. Por eso la eficacia o eficiencia o consistencia humanas no pueden ser definidas como en el caso de lo vendido, que es físico, pero la eficacia humana trasciende lo físico. Por ello no puede ser definido con palabras ya que eso sería «matematizar» lo humano, representándolo con el producto humano, que es físico. Tampoco es metafísica, sino lo metahumano; que es muy distinto y, en todo caso, ideologizado o simbolizado con las palabras de eficacia y consistencia o con sus temas motivacionales que tampoco son lo personal humano, sino la parte del feedback humano, que es un subsistema, en tales casos. Los casos son particularizaciones de lo general que no es conceptual ni judicial (científico) humano. Lo metahumano se refiere más a las noticias que a los símbolos como se indica en AT2. Nosotros estuvimos en el congreso de filósofos-educadores (INPE) y fue lamentable ver cómo quedaban «encerrados» en las palabras. Eso se llama reduccionismo y la RS que es justo lo que la RS intenta no ser. Que el Niño le conceda un todo feliz 2015, profesor.