Leo un breve artículo de Joseph Jimenez, el CEO de Novartis (aquí, en inglés). Me atrajo el título: «Vida nueva a una edad avanzada» (la traducción no es literal, como casi ninguna de las que hago en este blog). Me sentí interpelado, y me puse a leerlo. «Los ciudadanos que se hacen mayores no deben ser considerados simplemente como una carga económica». Bien; me sobra el «simplemente», pero me parece bien.
«De hecho -continúa el autor-, ellos pueden jugar un papel positivo como consumidores activos». ¡Oh! «Somos lo que consumimos»: ese parece ser el motivo de nuestra dignidad.
Añade después que tenemos que aguantar mucho tiempo, para que seamos también productores, de modo que se reduzca la factura que tendrán que pagar las jóvenes generaciones por nuestra salud, nuestras pensiones y nuestra dependencia. O sea, nuestra dignidad se apoya también en nuestra aportación al producto interior bruto. Y añade luego otra idea: «para mantener a la gente trabajando durante más tiempo, es crucial que mantengan una buena salud».
No niego que los viejos merezcamos un respeto porque gastamos y porque producimos, y que merezcamos un cuidado de nuestra salud para producir más. Pero, ¿no hay razones más profundas para la dignidad de una persona, sea mayor o joven? Llevada al límite, la propuesta es que, cuando dejemos de ser consumidores y productivos, entonces seremos, simplemente, una carga económica. Cuando llegue ese momento, ¡feliz eutanasia!
A veces, tener que ayudar al abuelito porque «no puede ni caminar» es causa para no ir a una guerra. Y no es un motivo político pero medra en ese y otros terrenos.