Lo que pasa cuando se gobierna sin principios

De un chiste en el Financial Times del 19 de mayo. Dos oficiales, en un pasillo del Pentágono; uno va leyendo un periódico en el que destaca la palabra Ramadi, que es el nombre una ciudad que el Estado Islámico había ocupado el día anterior. El otro dice: «Hay días en los que uno desearía que Irán tuviese armas nucleares». 

El oportunismo es una gran tentación de los políticos -y de otras muchas profesiones, también de los empresarios. El problema del oportunismo es que no puedes tener en cuenta las consecuencias de tus decisiones. Por eso, lo que hoy es una buena idea, mañana lo veremos como un desastre. Hay una variante de oportunismo que es particularmente perniciosa: los enemigos de mis enemigos son mis amigos. 

Me dirá el lector que gobernar con principios no está exento de problemas. De acuerdo: nadie ha demostrado que sea algo fácil. Pero es mucho más predecible. Y se puede explicar mejor. Y puede despertar más colaboraciones. Y forma mejor a los ciudadanos, o a los empleados, o a los consumidores… Sobre todo, es coherente.

2 thoughts on “Lo que pasa cuando se gobierna sin principios

  1. Como advierte el profesor Polo, hasta los principios no llegan a entenderse bien (se maclan, dice) si no se practica la generosidad que conviene a la virtud llamada justicia. También afirma que está a un nivel superior al de la prudencia que hoy en día es la virtud más estudiada. Así se obtiene las verdades más altas, es decir, los principios de Origen, no contradicción y causalidad trascendental. O sea profesor, hasta los principios requieren de la justicia que no es la prudencia gubernativa, ni tampoco una versión actualizada de ella.

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