Siempre ha habido emigrantes en el mundo, personas que buscan un lugar mejor donde vivir –y cualquiera que tenga un poco de sensibilidad y de memoria familiar, tribal o grupal, reconocerá que esa búsqueda forma parte de la innata propensión del ser humano a buscar lo mejor para él y los suyos. Y siempre ha habido refugiados, que ven en peligro inmediato su vida o su integridad, y necesitan marcharse rápidamente a otro lugar. Situaciones de guerra, más o menos declarada, o de países con serios conflictos, como Siria, Iraq, Afganistán, Eritrea y Libia (y hay otros), han provocado en Europa una grave crisis humana, social, moral, política y económica: la llegada de miles de inmigrantes cada día, en condiciones lamentables, con grandes pérdidas de vidas.
No entraré aquí en la descripción de lo que ha hecho la Unión Europea (UE) hasta ahora, entre otras razones porque la situación cambia de día en día. La gestión de la crisis ha dejado mucho que desear, probablemente porque los principios no estaban bien definidos. O porque se resistieron a reconocer desde el principio algo que era patente: no se trata de un problema puntual, sino de larga duración, porque los refugiados seguirán llegando mientras haya zonas de conflicto, y los inmigrantes mientras las oportunidades en Europa sean mucho mejores que las de los países pobres de su entorno, y la marea no volverá a su nivel anterior mientras haya guerras y diferencia de oportunidades.
Además, la crisis afecta a toda la Unión Europea (UE), porque los refugiados desembarcan en un país y cruzan otros para llegar a su esperado destino final, al amparo de las políticas comunes de la UE. Y si el problema tiene una larga duración, las cuotas de asilo tendrán quizás que ampliarse y extenderse a otros países, algo que muchos no quieren reconocer. Y el reparto de los costes siempre será discutido. Esto nos lleva a un problema de acción colectiva, que es aquella situación en la que todos salimos perdiendo, pero todos esperamos que sea otro el que cargue con los costes de la medida, de modo que todos preferimos no hacer nada… y el problema se hace cada día peor.
Pero la “crisis” de los refugiados es, sobre todo, una oportunidad. Veamos: ¿qué pueden ofrecer los refugiados a la UE? Capacidad de trabajo y, quizás, unas cualificaciones interesantes. Esa es la oportunidad para los europeos. Pero esto lo explicaré otro día.