La vida de muchas personas y de sociedades enteras es bastante acelerada, de modo que, en caso de duda, no hay tiempo de preguntar, sino que hay que diagnosticar y decidir inmediatamente. Y, claro, cometemos errores. E injusticias. Y esto último me preocupa más. Cuentan que preguntaron a Sócrates qué es peor, sufrir una injusticia o practicarla. Y Sócrates contestó, sin vacilar: es peor practicarla, porque, si sufres la injusticia, esto viene de fuera; puede perjudicar tu fortuna o tu buena fama, pero no afecta a tu persona, mientras que si practicas la injusticia te has convertido en una persona injusta, es decir, has cambiado tú. Y, ¿qué consecuencias tendrá esta mutación?
Todo esto viene a cuenta de un comentario que publicó The Guardian hace unas semanas, cuando el tema de los refugiados estaba en la primera página de los periódicos europeos. El título era «Por qué la resistencia de Europa del Este a las cuotas de refugiados no es ‘egoísta'». Empezaba describiendo lo que hemos visto en todos los medios de comunicación: qué buenos son los europeos occidentales, que están dispuestos a recibir refugiados, y qué malos son los europeos orientales, que se resisten a hacerlo.
Dejemos de lado si nosotros, los del Oeste, somos tan generosos como parece. Lo que el artículo explica es que hay razones para la actitud de los países del Este. Ellos están recibiendo ya grandes flujos de refugiados de Ucrania, que no aparecen en nuestros periódicos y telediarios. La decisión de Alemania de recibirlos se entiende en esos países como una invitación generalizada a venir a Europa. Y, esos países, tanto tiempo bajo la órbita soviética, no tienen tradición ni infraestructura para recibir grandes flujos de inmigrantes o refugiados.
The Guardian concluye que «todo esto no quiere decir que los países del Centro y Este de Europa no deben aceptar una mayor proporción de responsabilidad en el tema. Lo que Europa necesita es solidaridad y coordinación, no simplemente distribuir a los refugiados que ya han llegado, sino evitar que las crisis humanitarias sigan ocurriendo». Bien dicho, ¿no? Pero, oiga, esto nos complica mucho la vida, es mucho más complejo… Por ejemplo, ¿tendremos que hacer algo en Siria? ¡Uf!, eso es muy difícil… ¿Y habrá que actuar contra las mafias que echan a esos refugiados al Mediterráneo? Esto es también caro, y molesto, porque hay muchos intereses creados… Y parece lógico que los islamistas que empujan a esas personas a sus fronteras tengan algún interés en esas mafias que les cobran grandes sumas para pasarlos al otro lado del mar… Y ¿tendríamos que hacer algo con las empresas (y gobiernos) occidentales que venden armas a los islamistas? Es el libre mercado, claro, pero ya decía Friedman que dentro de la ley y de la ética.
Quizás algunos países del Oeste Europeo, léase Alemania, tienen ciertos problemas demográficos, como el envejecimiento de su población y están más dispuestos a aceptar refugiados que otros.
Quizás los refugiados sirios «interesan» más que otros ya que, según parece, un gran porcentaje de ellos poseen una buena formación y tenían una posición relativamente desahogada en su país, que entre otras cosas les ha permitido huir de la guerra.
Aunque quizás, la señora Merkel, esa mujer tan sensible al sufrimiento de los demás pueblos, simplemente quiera ayudar a personas que pasan apuros en sus países.